Aprendiendo a pensar: lógica de los sofismas (14-21)

2. Sofismas de inducción

a)      Sofisma de falsa generalización:

      Se parte de la afirmación de que una propiedad es poseída por varios individuos de un conjunto, y a partir de allí se con­cluye que todos los elementos de ese conjunto poseen tal propie­dad, cuando en realidad no puede tenerse esa certeza sin poseer la información acerca de los individuos restantes. Así por ej. si alguien, conociendo que el hierro se combina con el oxígeno, y que también lo hacen el níquel, el cobre, el plomo, el mercu­rio y el manganeso, razonara de la manera siguiente:

[59]      El hierro se combina con el oxígeno.

El níquel se combina con el oxígeno.

El cobre se combina con el oxígeno.

El plomo se combina con el oxígeno.

El mercurio se combina con el oxígeno.

El manganeso se combina con el oxígeno.

El hierro, el níquel, el cobre, el plomo, el mercurio
y el manganeso son metales.

Todos los metales se combinan con el oxígeno.

El argumento no es correcto, porque no se han considerado todos los metales en la prueba, y sin embargo se pretende una aseveración sobre todos los metales en la conclusión.

      Esta manera de razonar se denomina también “falacia de enu­meración incompleta”. Su estructura general es la siguiente: «Este A es B; este A también es B; este A también es B; luego todo A es B». Es inválido porque se pasa de premisas particulares a una con­clusión universal. En realidad en toda inducción se parte de afirmaciones particulares y se “salta” a una conclusión univer­sal. Si esta conclusión se afirma solamente como algo probable o muy probable, el razonamiento suele ser legítimo, pero si se pretende una conclusión absolutamente cierta, suele haber una falsa generalización.

      A veces se pretende probar una conclusión general a partir de un solo dato: así por ejemplo [60] hay quien, a partir de la premisa «Este remedio que me recetaron no me ha curado la úl­cera» saca la conclusión «Los remedios no curan la úlcera». Mu­chas veces se comete el paralogismo de falsa generalización, cuando se argumenta a partir de un ejemplo.

[61]      El mulo, animal que resulta de la cruza del burro y la ye­gua, es estéril.

El burdégano, animal que resulta de la cruza del caballo y la burra, es estéril.

Toda cruza entre especies distintas produce un individuo estéril.

Esta conclusión estaba muy extendida entre los biólogos, hasta que K. Timiriásev mostró con ejemplos de plantas y animales, que la cruza obtenida de ciertas especies suele no ser estéril, y tam­bién a veces resulta más fecunda que la reproducción dentro de la misma especie[1]. Aun cuando no se hubiesen descubierto los casos de Timiriásev, la conclusión es de por sí incorrecta, por la falsa generalización que implica.

      Es una falacia muy frecuente en la calificación de los pro­fesionales: [62] «Este ingeniero tiene tal característica, este otro ingeniero tiene la misma característica y éste también; por consiguiente todos los ingenieros tienen esa característica».

[63]      XX es juez argentino y es venal.

YY es juez argentino y es venal.

ZZ es juez argentino y es venal.

RR es juez argentino y es venal.

Todos los jueces argentinos son venales.

      Este sofisma es empleado muchas veces con la intención de desprestigiar una clase social, un grupo o una categoría de per­sonas. Para ello «se aducen algunos ejemplos reprobables (tal militar, tal sindicalista, etc.) y por ellos se califica a todo el conjunto cuya reputación se pretende menoscabar (…) Esto es más sutil todavía cuando la conclusión no se formula, sino que se deja a la lógica inconsciente del oyente o el lector para que él mismo la forme sin insinuárselo siquiera, por ej. la descrip­ción de la inmoralidad de un magistrado, de la cobardía de un militar, etc. sin manifestar que aquello es una excepción, pue­den causar en el ánimo del oyente o del lector el juicio incons­ciente de que todos los de aquel orden son como el que se ha descrito»[2]. En la práctica, para refutar exitosamente esta es­pecie de sofismas, conviene que, además de aducir la invalidez del razonamiento, se contrarreste la mala impresión producida por los malos ejemplos, con otros ejemplos loables en favor de la clase desprestigiada; así hay que citar ejemplos de buenos jueces, buenos militares, buenos sindicalistas, buenos empresarios, etc. Jeremías Bentham ilustra el tema con este ejemplo: [64] En el furor de la Revolución Francesa, cuando el virtuoso y desdichado Luis XVI estaba entre la vida y la muerte, para ahogar la conciencia pú­blica los revolucionarios repartieron con profusión panfletos infamatorios; uno de los que más circularon estaba intitulado: «De los crímenes de los reyes», y citaba muchos delitos de mo­narcas europeos de distintas épocas. El propósito del libelo era generar en los lectores el siguiente razonamiento: «Los crimina­les deben ser castigados; los reyes son criminales (esta premisa era una conclusión que el libelo tendía producir, a partir de los hechos que citaba); Luis XVI es rey; luego Luis XVI debe ser castigado».

      El sofisma de falsa generalización es el típico sofisma de los viajeros, que profieren juicios universales sobre la gente, clima y otros caracteres del país que han visitado, a partir de solamente algunas personas que han tratado y algunos días de permanencia.

      Sucede mucho la falsa generalización cuando se sacan conclu­siones a partir de las estadísticas. Mark Twain, con su humor característico, dividió las mentiras en tres clases de creciente gravedad: las pequeñas mentiras, las grandes mentiras y… las estadísticas. Así por ejemplo con solamente datos de la opinión de la gente que vive en algunos barrios, suele pretenderse una conclusión acerca de la opinión de la gente de la ciudad.

      Es muy frecuente que se haga pasar a una minoría como si fuese la totalidad, o a una mayoría como si fuese la totalidad. Así cuando se dice «los estudiantes opinan…» se afirma un jui­cio universal cuando en realidad se ha partido de la opinión de muy pocos estudiantes; cuando se dice «Los psicólogos pien­san…» se hace una aseveración general quizás a partir de la opinión de algunos que, a lo sumo, son la mayoría de tales pro­fesionales, pero no todos ellos. Así también [65] se hace una entrevista a un sacerdote, o a tres sacerdotes, y luego se con­cluye «La opinión del clero católico sobre este asunto es…», o también una generalización aún más incorrecta: «La opinión de la Iglesia sobre este asunto es…».


[1] Cfr. D. Gorski y otros, op. cit., p. 300.

[2] Cfr. Juan Gómez Jiménez de Cisneros, Los hombres frente al dere­cho. Aguilar, Madrid, 1959, p. 478.

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