El misterio del latín (o la belleza que salva)

imageReproduzco aquí un breve escrito que demuestra las perennes palabras del Idiota de Dostoievski: «la belleza salvará al mundo».

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi


El misterio del latín

Rubén Amón

Ayer me despertaron las campanas de la iglesia de San Sebastián en Salzburgo. Tanto tiempo sonaron y lo hicieron con tanta intensidad que atribuí al fenómeno el valor de una convocatoria. Me citaban las campanas. Me emplazaban a las misa de 9,30.

Conozco bien el templo de la Linzergasse porque su claustro aloja un cementerio de personajes ilustres. Ninguno tan enigmático como Paracelso. Ninguno tan sepultado de flores como Leopold Mozart, el padre del mesías. O como su  otra hija, Nannerl.

Y no me gustan los cementerios. Ni me inspiran confianza las personas que encuentran en ellos sosiego y paz espiritual. «La pace dei sepolcri», objeta Posa a Felipe II cuando trata de recriminarle al rey las campañas militares contra los flamencos.

No me gustan los cementerios, pero tengo cariño al de San Sebastián. Una rosa siempre fresca, siempre viva, custodia la lápida de Paracelso. Como si el propio sabio suizo se las hubiera arreglado para recrear su leyenda de taumaturgo. Fue proscrito como un brujo y un curandero. Lo fue hasta que la propia Iglesia rectificó su diagnóstico. Igual que hizo la ciencia.

La Universidad de Salzburgo lo canonizó como a un clarividente y un pionero, aunque los honores no han alcanzado a atribuirle la transmutación del plomo en oro. Más difícil es convertir las cenizas en una rosa. Y la rosa de Paracelso -de la que hizo un cuento Borges- custodia su tumba como si la reanimara desde el más allá con el rocío.

Repicando y en misa estaba un servidor ayer. Porque acudí a la liturgia de  las 9,30, no por razones de fe ni de costumbre, ni siquiera para implorar la curación de unos males en la garganta, sino porque el rito prometía un acontecimiento cultural.

Y lo fue. No ya por la instrucción musical de los salzburgueses. Por la cualificación del organista. Por la sensibilidad del coro aficionado. O por la voz de heldentenor que trasladaba el pater en el mascarón de proa del púlpito, sino  por tratarse de un rito en latín, oficiado de espaldas a los feligreses, concebido según los criterios preconciliares.

La liturgia sugestiona el orden espiritual. La lengua muerta adquiere el impulso de la resurrección. Y deja en ridículo las razones prácticas que se han valorado en España para suprimir el latín y el griego de los planes educativos. No discuto la utilidad del chino. Lamento sólo que se pervierta el patrimonio cultural.

Y es una lástima que se haya degradado la resonancia metafísica del latín y que se haya profanado la liturgia con las contingencias parroquianas o parroquiales. Tanto se ha «acercado» la celebración, tanto se ha alejado el misterio. Se ha despojado  a la misa de su proyección trascendental, de su esencia mistérica,  no digamos ya cuando el patrimonio musical eclesiástico degenera en el estribillo del Señor, la barca, la orilla, Tú nombre y la búsqueda de otro mar, corrompiendo hasta la fe de los corazones más dispuestos.

Habla uno desde la perspectiva del agnóstico. Y de quien, no creyendo por hondas convicciones, acepta el placebo de la fe por el camino de la estética. Lo tiene escrito Thomas Mann en «La muerte en Venecia». La Belleza -en mayúsculas lo escribe Mann, en sentido aspiracional- es el camino del hombre sensible hacia el espíritu.

No se trata de entender la misa, sino de vivir el misterio. Y de aprovechar el oleaje de las lenguas antiguas para llegar a la tierra prometida. El Papa Ratzinger quiso demostrarlo cuando restauró la misa tridentina. Y lo malentendieron sus detractores. Pensaron que pretendía Benedicto XVI restaurar el Antiguo Régimen. Y nunca supieron que la ópera favorita del papa alemán era el «Don Giovanni» de Mozart.

Fuente: http://blogs.elpais.com/recondita-armonia/

6 comentarios sobre “El misterio del latín (o la belleza que salva)

  • el mayo 21, 2016 a las 5:36 pm
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    POR QUE LO LLAMA «IDIOTA » A Dostoievski ?

    • el mayo 21, 2016 a las 7:11 pm
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      Fabian: «Idiota» se llama el libro del escritor ruso; es de allí la frase sobre la belleza. Dios lo guarde. PJOR

      • el mayo 21, 2016 a las 10:36 pm
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        Perdón, no puedo evitar reírme jua jua jua! por la confusión…

  • el mayo 21, 2016 a las 10:55 pm
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    «Tanto se ha “acercado” la celebración, tanto se ha alejado el misterio.»

    ¡ZAS! Qué aburrida y mundana debe haber sido la Última Cena entonces.

    El problema clásico de esta clase de gente tan gustosa de X (no importa cual) estética: ¡Bien que les guste y los eleve a Dios!, pero inmediatamente, intentan hacer de su experiencia subjetiva algo con valor objetivo, y empiezan con razonamientos infundados para intentarlo (de por sí, se pueden encontrar argumentos para defender cualquier posición, hasta las más absurdas).

  • el mayo 23, 2016 a las 10:39 pm
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    Excelente artículo padre! Y es increible que un agnostico nos de leeciones de liturgia…pero es lo que hay, cuando callan, hasta las piedras hablan.
    Con respecto a los comentarios y viendo tambien lo que ha surgido en Infocatolica, hay que admitir el daño de la contra-cultura moderna…ya ni la belleza pueden ver.
    Doy mi testimonio de haber visto indios paraguayos, africanos, gente humilde de argentina, niños, jovenes y adultos. La cuestion es que no estén ideologizados.

    Andrés

  • el mayo 24, 2016 a las 2:37 am
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    Fernando: 1. El Señor no «acercó» la celebración, sumió a los suyos en el Mysterium fidei. La palabra «acercado», según el uso del autor, hace clara referencia a la prosificación, vulgarización o -¿cuándo no?- racionalización de la liturgia. ¡Zas! Querer comprenderlo todo es suprimir el misterio; y es una de las enfermedades que padece la modernidad…lo ha desencantado todo.
    2. La experiencia estética es algo así como una delectación espiritual, y tiene un valor objetivo intrínseco. Por supuesto que nos purifica (Arístóteles), nos eleva, nos transforma. ¿Cómo ud va a gustar a Dios, si no sabe contemplar su vestigio en las creaturas? ¿Cómo va a vislumbrar y contemplar al Dios invisible, sino por medio de un símbolo sensible que lo evoque o, más aún, nos vincule? Lo bueno es bello y lo malo es feo…pregúntele a los niños y verá.
    3. La via pulchritudinis no empieza ni termina con razonamientos. Se trata de evitar el silogismo para acceder a las alturas por medio de la expresión de un esplendor ontológico. No es apologética ni nada intenta demostrar, sólo quiere mostrar lo indecible.

    Y acá me planto. Eso sí, dejo otro interesante post al respecto, que bien puede esclarecer el asunto:
    caminante-wanderer.blogspot.com.ar/2012/12/es-la-belleza-estupido.html

    Gracias y suyo,
    El Poeta.-

Comentarios cerrados.

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