El pecado de la HOMOSEXUALIDAD. Homilía
Corinto era, en tiempos de San Pablo, algo así como Las Vegas hoy en día: la ciudad del pecado pero, especialmente, la ciudad del pecado contra la pureza.
Por eso San Pablo predicó tanto y tan fuerte allí contra el pecado de la lujuria; porque el predicador sagrado debe predicar toda la doctrina católica y no esconder algunas por ser “políticamente incorrectas”.
Hoy, en la primera lectura, leemos cómo Abraham le ruega a Dios que, por el pecado de Sodoma y Gomorra, al menos deje libres a los pocos justos que allí habían, aún si fueran apenas 10.
Pero, ¿cuál era el pecado de estas dos ciudades que, luego, según la tradición, quedaron destruidas por fuego y azufre debajo de lo que hoy conocemos como el Mar muerto?
Pues el pecado de la impureza y, principalmente, el de la homosexualidad o sodomía, dos pecados hoy en día que no sólo pululan en nuestra sociedad, sino que hasta quieren ser impuestos a nuestros niños desde las escuelas.
Y digo que hay que recordarlos porque incluso dentro de la Iglesia hay algunos “okupas” eclesiales que están intentando normalizar estas posturas, incluso queriendo tergiversar los textos bíblicos (yo mismo he leído en algún biblista “católico” que el pecado de Sodoma y Gomorra no fue la homosexualidad sino la falta de hospitalidad… en fin…)
Pero vayamos por partes.
Dos son los mandamientos que en la Ley de Dios tenemos respecto de nuestra sexualidad:
El 6to mandamiento y el 9no mandamiento:
– No fornicar
– No desearás la mujer de tu prójimo.
– ¿Y por qué? ¿Porque son los mandamientos más importantes? No; de hecho, es más grave el odio a Dios (pecado contra el primer mandamiento) que los pecados de lujuria.
– ¿Entonces por qué?
Porque esclavizan al hombre degradando su sexualidad. Tanto que, cuando alguien cae en este tipo de pecados, tiende a decir: “Pues bien, ya estoy en pecado mortal…, sigamos pecando que, de todos modos, luego debo confesarme”.
Es decir: los pecados contra la pureza engendran un hábito vicioso, por eso hay que confesarlos apenas podamos.
Y no es porque el sexo sea malo; ¡no puede ser malo, si Dios mismo mandó en el Génesis a que Adán y Eva se reprodujesen! Sin embargo, usado mal, usado desordenadamente, usado fuera del matrimonio católico, terminan siendo perjudiciales para el hombre y para el Cuerpo Místico de Cristo.
Y sabemos cuáles son esos pecados: las relaciones prematrimoniales, el mal uso de la relación dentro del matrimonio (evitando la posibilidad de la vida, etc.), la masturbación, el mirar y consentir en mirar malas imágenes, malas conversaciones, etc.
Pero eso, hablando de relaciones según el orden natural.
Hay un segundo mal uso de la sexualidad cuando no sólo se utiliza desordenadamente sino que se lo hace contra el mismo orden natural; y esto es el pecado de sodomía u homosexualidad, pecado acerca del cual muchos sacerdotes hoy en día prefieren ni mencionar para evitar ser “políticamente incorrectos” y, al no hacerlo, terminan causando un gravísimo daño a muchísimas almas que padecen estas inclinaciones porque no les dan la posibilidad de convertirse e irse al cielo.
Pero: ¿qué es la homosexualidad?
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, nro 2357:
“La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo… Por ello, apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”.
Y veamos que el Catecismo es claro: habla de “actos homosexuales” y no de “tendencias”; porque yo puedo tener una mala tendencia, puedo tener una mala inclinación, pero luchar contra ella y no consentir en realizar los actos.
Puedo tener la tendencia de la piromanía, pero no consentir en quemar San Francisco.
Lo mismo dice la Sagrada Escritura en diversos pasajes:
-Levítico 18,22: «No te acostarás con varón como con mujer; es abominación».
– San Pablo en su Carta a los Romanos 1,27: «Los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío».
– San Pablo de nuevo, en la primera carta a los Corintios: 1 Cor 6,9-10: «¡No os engañéis! Ni los impuros… ni los afeminados, ni los homosexuales…heredarán el Reino de Dios».
¿Qué hacer entonces?
Aquí hay que distinguir la persona del lobby LGBTQ, etc.
Al lobby que intenta imponer este pecado en nuestros colegios, en las universidades e incluso en alguno sectores de la Iglesia, simplemente hay que combatirlo, como debemos combatir cualquier lobby que intente imponer un pecado como algo normal.
¿Y respecto de la persona?
Pues la Iglesia lo enseña también en el Catecismo, número 2358-2359:
Las personas con tendencias homosexuales “deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza”; porque son personas y, si son cristianas, son hijos de Dios además.
¿Y qué significa “ser acogidos con respeto”? Que debo decirles: “No pasa nada, Dios te quiere igual, independientemente de lo que hagas”.
No; hay que predicarles que pueden perfectamente llegar al cielo e incluso ser santos, como dice el Catecismo; pero, para ello, con esa tendencia, “están llamadas a la castidad. Pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana”.
Es decir: no deben actuar conforme a sus inclinaciones y, por ende, pueden confesarse y recibir los sacramentos. Es el principio de siempre en la Iglesia: odiar el pecado pero amar al pecador.
Lo peor que podríamos hacerles es mentirles y decirles que todo está bien… que no pasa nada. No sólo porque faltaríamos a la verdad, sino porque faltaríamos a la misericordia con el pecador, al no decirles la verdad que hace libres, la verdad enseñada por Jesucristo y la Iglesia.
Abraham pedía a Dios que, por 10 justos que hubiese en Sodoma y Gomorra, Dios no destruyera las ciudades. Y no encontró 10 justos, sino sólo a la familia de Lot.
Pidamos en esta Santa Misa la valentía de predicar la verdad contra las ideologías del mundo y la misericordia en el trato con aquellas personas que sufren esta tendencia, para que, viviendo en castidad y abrazando su cruz, puedan llegar al Cielo.
P. Javier Olivera Ravasi, SE
San Francisco, USA, 27 de Julio de 2025

– Ayudas:
Buenas y Santas Padre Javier!!! Muchas Gracias!!! Espero que la Palabra de Dios germine en Nuestros Corazones… Estamos viviendo el Los Tiempos de Babilonia…y Sodoma y Gomorra..Hoy en Día …hay pocos Lot …Maria Santísima o San José …!! Luchemos contra las Ideologías de estos Tiempos …! Bendecido Lunes!!🙏🏻👼🙏❤️
Clarísimo Padre Olivera Ravasi !.
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Si.