La Israel de Dios es la Iglesia Católica. El error del dispensacionalismo en ciertos ambientes conservadores

P. Javier Olivera Ravasi, SE

Hace pocos días se leía en la Santa Misa la parábola de los invitados a las bodas que, en sus partes principales dice así:

“Jesús les habló de nuevo en parábolas, y dijo: “El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo. Y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas, mas ellos no quisieron venir. Entonces envió a otros siervos, a los cuales dijo: “Decid a los convidados: Tengo preparado mi banquete; mis toros y animales cebados han sido sacrificados ya, y todo está a punto: venid a las bodas”. Pero, sin hacerle caso, se fueron el uno a su granja, el otro a sus negocios. 6 Y los restantes agarraron a los siervos, los ultrajaron y los mataron. El rey, encolerizado, envió sus soldados, hizo perecer a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: “Las bodas están preparadas, mas los convidados no eran dignos. Id, pues, a las encrucijadas de los caminos, y a todos cuantos halléis, invitadlos a las bodas”. Salieron aquellos siervos a los caminos, y reunieron a todos cuantos hallaron, malos y buenos, y la sala de las bodas quedó llena de convidados (Mt 22,1-10).

El Evangelio es claro: habla acerca de la traición de Israel y de cómo Dios Nuestro Señor, termina volcándose a los gentiles por la falta de aceptación del pueblo de las promesas, el pueblo judío.

Un rey envía mensajeros para invitar a sus amigos a la boda de su hijo. Estos mensajeros son asesinados y el rey, enojado, termina matando a los que desprecian su invitación y quemando sus ciudades, para llamar, luego, a los que encuentra por el camino, a la boda.

Es la clara alusión a la sinagoga; al pueblo de Israel que, luego de traicionar sus promesas y matar al Mesías, termina siendo desterrado y con su ciudad invadida y quemada en tiempos del general Tito, allá por el año ’70 de nuestra era cristiana.

A partir de allí, el único Pueblo de Dios, la única Nueva Israel, es la Iglesia, la Esposa de Cristo, donde se dan las promesas.

Israel, el antiguo Israel, deja de ser lo que era para transformarse en una etnia errante que, misteriosamente permanecerá hasta el fin de los tiempos y se convertirá a Cristo cuando venga en su segunda venida gracias a la predicación de Enoc y Elías (Apoc 11,3).

Porque las promesas de Dios son irrevocables (Rm 11,29) pero las promesas de los hombres no.

*          *          *

Últimamente, entre los católicos y protestantes norteamericanos, aún los de “buena doctrina”, se ha planteado un debate acerca del sionismo, el pueblo de Israel y de lo que está sucediendo en Gaza, hoy en paz, gracias a Dios y a la intervención del presidente de los Estados Unidos.

Y algunos, protestantes o católicos imbuidos por una herejía llamada “dispensacionalismo”, confunden al Israel bíblico con el Estado de Israel, que es un país más.

Pero veamos brevemente de dónde viene esta confusión.

1. “¿Qué es el dispensacionalismo?”

Es una doctrina sistematizada por John Nelson Darby, en Inglaterra, allá por 1830, aunque venía de antes (probablemente del P. Manuel Lacunza, sacerdote chileno), que plantea, en síntesis, que Dios maneja los tiempos o “dispensaciones” (oikonomía) de maneras diversas. Así, habría un tiempo para los judíos, otro para los gentiles, etc.

El problema que Darby veía es que las promesas hechas por Dios al Pueblo de Israel, no podrían cumplirse por el deicidio cometido por los judíos, de allí que, como los pactos de Dios son irreversibles respecto de Él (pero no respecto del pueblo), deberían mantenerse: Dios no tendría entonces una sola Esposa (la Iglesia), sino dos: Israel y la Iglesia, que funcionaría como un paréntesis hasta la aceptación final del Mesías por parte de los judíos.

Ahora, entonces, estaríamos en “el tiempo de los gentiles” (nosotros), en el tiempo de la Iglesia; sin embargo, en el futuro, en el fin de los tiempos, retomará su plan inicial y se volcará a los judíos, de allí que siempre haya que apoyarlos y nunca tocarlos, pues sigue siendo su primera “esposa”.

La teología dispensacionalista de Darby no tuvo gran aceptación al principio (hasta fue condenada por muchos protestantes de mediados del siglo XIX), sin embargo, luego de su muerte, un abogado abiertamente pro-sionista y de dudosa moralidad, Cyrus Scofield, (1843–1921), publicaría su Scofield Bible (1909), siguiendo sus enseñanzas.

Allí, Scofield, armaría todo un sistema de interpretación para favorecer a Israel según los objetivos del sionismo: un movimiento político y nacionalista judío surgido a finales del siglo XIX, cuyo objetivo principal era restaurar un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina impulsado por Theodor Herzl.

La biblia de Scofield, aunque protestante, estaba provista de comentarios con el fin de “uniformar” a los cristianos (algo que iba contra la sola scriptura, por cierto) y terminó por volverse la Biblia más consultada y estudiada entre los conservadores de USA y la más popular a partir de la década de los ’80 gracias a los tele-predicadores protestantes que influyeron también grandemente entre el público conservador católico.

La teología dispensacionalista de Darby, sumado a la divulgación de la Biblia de Scofield, a muchos les pareció “profética”, sobre todo, después de 1948 cuando, luego de la Segunda Guerra Mundial, se creó el Estado de Israel y los judíos pudieron nuevamente reunirse después de 1900 años de andar errantes: reunión que, al parecer, permitiría la conversión en “masa” profetizada por San Pablo, al final de los tiempos (Rm 11,26).

Y aunque no se trata de una Biblia católica, sin embargo, muchos católicos norteamericanos se han visto influidos por ella.

Este “dispensacionalismo”, popularizado entre las masas de USA, ha hecho que cuando uno en USA le pregunte a un cristiano o a un católico medianamente conservador acerca de qué piensa de Israel, muchos creerán que, amén del antinazismo natural y promocionado por los mass media (como si hubiesen sido los únicos malos de la Segunda Guerra), existe casi un mandamiento bíblico que obliga a apoyar políticamente a Israel, en cuanto país, como si fuera una verdad de Fe.

Pues bien: muchos hoy confunden todo y no distinguen ni el Israel bíblico, ni el Estado de Israel ni el sionismo. Sin embargo, muchos católicos o cristianos, son incapaces de entender esto y, por ello, terminan haciéndole un gran daño a los judíos, por no rezar ni buscar su conversión, pensando que ya están salvados por el solo hecho de tener un ADN abrahámico (como los árabes, por cierto).

Corte de entrevista entre el senador Ted Cruz y Tucker Carlson

Mezclado con todo esto de la conversión de Israel, también está la creencia que, al final de esa “pausa” del tiempo de los gentiles, vendrá el “rapto oculto” previo a la gran tribulación y, entonces, muchos serán salvados.

Toda una locura que ni siquiera es católica. Todo esto está en el origen de las teorías de Darby y su “dispensacionalismo” y la idea de que, como se está acabando la era de los gentiles (la Iglesia) todo el mundo debe apoyar a Israel, es decir, al Estado de Israel como salvador de occidente…

2. La Iglesia es el Nuevo Israel

Sólo la Iglesia Católica es la Nueva Israel, la Israel de las promesas, como dice San Pablo en su Carta a los Gálatas 3,29:

Si ustedes pertenecen a Cristo, son descendencia de Abraham, herederos conforme a la promesa”.

Esa promesa se da a quienes quieran seguir sus mandamientos, a quienes reconozcan al Mesías y a los que acepten la obra de la redención que nos vino por Su Hijo, Jesucristo, cosa algunos en Israel hicieron (la Virgen, los Apóstoles, etc.) y otros no, por eso dijo el Señor en el Templo, a los sumos sacerdotes:

“Por eso les digo: se les quitará a ustedes el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos” (Mt 21,43).

Y de nuevo San Pablo, ahora en la Carta a los Romanos 11,13, hablándole a los paganos:

“A vosotros hablo, gentiles…: algunas de las ramas fueron desgajadas (el pueblo judío), y tú, siendo olivo silvestre (los gentiles), has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo… por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la Fe estás en pie”.

Es por ello que ya, en el Verbo hecho carne, “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; ni hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (San Pablo a los Gálatas).

*          *          *

La gracia de pertenecer a la Iglesia, al “Israel de Dios” (Gál 6,16), exige, de parte nuestra una responsabilidad, la de ser fieles a las promesas que recibimos en nuestro Bautismo, en el cual hemos nacido para la vida de la gracia, pues no fue “por voluntad de la sangre o de la carne” (Jn 1,13) que hemos nacido en Cristo, sino por la voluntad de Dios que tenemos la dicha de pertenecer a Su pueblo y, como tal, debemos ser verdaderos apóstoles suyos.

Pidamos entonces, en esta Santa Misa, por nosotros mismos, por nuestra conversión y por la de los judíos, para que ellos también acepten al Mesías que han rechazado y logren, como Natanael (Jn 1,47), encontrar la verdad plena en Jesucristo y en su Esposa la Iglesia.

P. Javier Olivera Ravasi, SE


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