La virtud olvidada de la pureza. Sermón
San Francisco, 3 de Agosto de 2025
P. Javier Olivera Ravasi, SE
San Pablo, al escribirle a los cristianos que se encontraban en Roma, les decía:
“Hermanos: no somos deudores de la carne para vivir según la carne; si vivís según la carne moriréis, pero si con el espíritu mortificáis las obras del cuerpo, viviréis” (Rm 8,12).
Sobre este tema quería hablar en el día de hoy; sobre ese pecado que, según la Virgen de Fátima, es el que más almas lleva al infierno: el pecado de la impureza.
¿Y por qué? ¿acaso no son otros pecados más graves que la impureza?
Claro que sí: el odio a Dios, la blasfemia, la idolatría, son pecados más graves; lo que sucede es que, el alma que se encuentra habituada a este tipo de faltas, termina siendo esclava de ese tremendo vicio, tan común en nuestro tiempo.
Por algo decía San Agustín que, mientras que en el resto de los pecados, el demonio pesca con anzuelo, uno por uno, en los pecados contra la pureza parece pescar con un mediomundo o con una red: porque son muchos, muchísimos los que caen en él.
1. ¿Qué es un pecado contra la pureza?
Es hacer, decir, pensar o desear algo contra lo que manda Ley de Dios, en lo que respecta al 6to y al 9no mandamiento, que intentan prevenirnos de los excesos del apetito concupiscible en materia sexual:
- “No cometerás actos impuros”.
- “No desearás la mujer de tu prójimo”.
Sucede que, luego del pecado original nuestras pasiones quedaron desordenadas y, aunque el sexo en sí no sea malo, utilizado desordenadamente, sí que puede serlo.
Como sucede con todas las cosas: el agua no es mala per se, pero si nos atamos una soga al cuello con una piedra y nos arrojamos desde el Golden Gate al agua, mucha agua puede matarnos…
No por nada, luego del mandato que Dios dio a Adán y Eva en el Paraíso (“crezcan y reprodúzcanse”), luego del pecado original, debió recordarles en dos mandamientos a los judíos, que se cuidaran de la impureza.
Son varias las veces que encontramos esta enseñanza en los Evangelios o en el Nuevo Testamento.
Mateo 5:27–28
“Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo os digo: que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.”
Gálatas 5:19–21
“Las obras de la carne son manifiestas: fornicación, impureza, lascivia… y cosas semejantes a estas, acerca de las cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el Reino de Dios.”
Efesios 5:3–5
“La fornicación y toda impureza o avaricia, ni siquiera se nombre entre vosotros, como conviene a santos… Porque sabéis esto: que ningún fornicario, o impuro, o avaro (que es idólatra), tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.”
1 Corintios 6:18–20
“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo…? Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.”
2. Pero ¿qué tipo de pecados existen contra la pureza y de qué tipo son?
Todos los pecados contra la virtud de la pureza son, de suyo, pecados mortales, es decir que, si lamentablemente alguien los ha cometido, debe confesarse antes de poder acceder al sacramento de la comunión por haber perdido la gracia de Dios.
– “¿Pero por qué?” – podría preguntarse alguien.
Pues porque desordena profundamente la afectividad, esclaviza la voluntad, debilita la inteligencia moral, destruye la inocencia, y con frecuencia conduce a otros pecados: mentira, engaño, uso de personas, rupturas familiares, aborto, etc.
¿Y cuáles son?
Fornicación (relaciones sexuales antes del matrimonio), la masturbación, el adulterio, los actos homosexuales, la pornografía, etc.
Cuando son cometidos con pleno conocimiento y con pleno consentimiento, es decir, estando plenamente conscientes (y no dormidos o semi-dormidos) y con plena voluntad y deseo de cometerlos, siempre son pecados graves.
3. Medios para vencer la Impureza
a. Los medios naturales para defender la castidad
1º Mantenerse perfectamente tranquilo ante las tentaciones
“Sentir la tentación no significa consentir a ella”. Hay que tener una conciencia clara al respecto; en nada ayuda una conciencia escrupulosa, así como tampoco lo hace una conciencia sorda a la voz divina que suena dentro de ella cuando percibe el peligro. Si no hay consentimiento, no hay pecado.
Pues toda tentación puede vencerse.
2º Evitar las ocasiones de pecado
– “Padre -me decía una vez un joven- siempre nos encontramos con mi novia, terminamos pecando….
– Pues hijo -le respondí- si te quedas con ella solo, a las 2 de la madrugada en tu apartamento, seguramente no va a ser para rezar el Rosario…
Uno de los consejos más sabios que nos han legado los santos es que “es más fácil superar las seducciones de las pasiones huyendo de ellas que combatiéndolas de frente”.
“Huyo para no ser vencido”, decía San Jerónimo[1].
¿En qué consiste esta huida? En evitar diligentemente la ocasión de pecar, y principalmente en levantar el alma a las cosas divinas durante las tentaciones, fijando la vista en Cristo virgen.
Nadie puede mantener la pureza si no comienza por evitar las miradas, conversaciones, pensamientos, no sólo impuros sino, incluso, turbios. ¿Por qué? Porque está escrito: El que ama el peligro, perecerá en él (Sir 3,26). Y San Agustín: “No me digas que tienes el alma pura, si tienes los ojos impuros; porque el ojo impuro es mensajero de un corazón impuro”[2].
3º Vigilar y hacer penitencia.
La vigilancia es absolutamente necesaria en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida, porque –como dice San Pablo– la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu, y el espíritu las tiene contrarias a las de la carne (1 Co 10,13).
Por eso es necesario velar sobre los movimientos de las pasiones y de los sentidos, “refrenarlos con una vida austera y con las penitencias corporales –dice Pío XII en el mismo lugar– para someterlos a la recta razón y a la ley de Dios: Los que son de Cristo tienen crucificada su carne con los vicios y las pasiones (Gál 5,24)”.
Es que todos los santos han vigilado sus sentidos y pasiones.
Para esto está la vida de penitencia: el deporte, el ayuno, una ducha con agua fría de vez en cuando, mortificar nuestra mirada de las cosas lícitas, mortificar nuestro gusto (no comiendo o tomando todo lo que nuestro cuerpo nos pide).
Es que, si el caballo está demasiado bien comido, difícilmente salte las vallas.
4º Cultivar el pudor
“La pureza exige el pudor”, dice el Catecismo[3].
Pero, “¿qué es el pudor, dirá alguno?”.
Es esa virtud olvidada hoy en día que enseña a descubrir y a preservar la propia intimidad, rechazando cualquier alusión indiscreta a nuestra sexualidad.
El cómo nos vestimos, el qué y cómo miramos, el reservar nuestro cuerpo para nuestro cónyuge, el vestir decentemente… ¡Eso es la virtud del pudor!
Porque es imposible ser puro en el noviazgo, en el matrimonio o en la vida solitaria si no cultivamos esta virtud.
Hasta aquí entonces los medios naturales. Pero pasemos ahora a los medios sobrenaturales para alcanzar la pureza.
5. Los medios sobrenaturales
El hombre ha sido tan dañado por el pecado original que necesitamos de esa ayuda de la gracia divina que nos viene de Dios para poder volver a esa amistad con Él.
¿Y cuáles son esos medios sobrenaturales?
1º La oración
Hablando de esta virtud, el gran San Jerónimo decía que “les fue concedido a los que lo pidieron, a los que trabajaron por recibirlo. Porque todo el que pide, recibe, y el que busca, halla, y al que llama, se le abrirá (Mt 7,8)”[4]. Y San Alfonso enseña que no hay medio tan necesario para vencer las tentaciones contra la pureza, como la oración a Dios[5].
2º Los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía
A la oración hay que añadir la confesión frecuente e inmediata luego de la caída.
No dejar pasar varios días porque, normalmente, lo que el demonio hará será insinuarnos que sigamos pecando puesto que, “total, debo confesarme de todos modos…”
¡Y no! No es lo mismo una puñalada que veinte puñaladas.
Una quizás no me mata, pero veinte seguro que me terminan desangrando. La confesión debe ser cuanto antes mejor, para poder sacar rápido el aguijón o la espina de la carne.
Junto con la confesión, la comunión frecuente, siempre que estemos en gracia de Dios, claro, porque la Eucaristía que es lo más puro que podemos recibir en la tierra, es el “remedio contra la sensualidad”[6], como la han llamado los papas.
3º La devoción a la Virgen Santísima
Por último, un medio excelente para conservar la castidad (o recuperarla cuando se ha perdido) es la sólida devoción a la Virgen Madre de Dios.
María Santísima es Virgen de las vírgenes y “maestra de virginidad”, como dice San Ambrosio[7]. Es por su pureza que la llamamos la “Virgen” y es por esto que debemos pedirle con insistencia este don.
Pidámosle hoy en la Santa Misa a ella que nos conceda por su intercesión la gracia de esta hermosa virtud; la virtud que tiene como premio, ni más ni menos, que ver a Dios, como enseña Su Hijo.
“Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
P. Javier Olivera Ravasi, SE
[1] San Jerónimo, Contra vigilant., 16; ML 23, 352.
[2] San Agustín, Epist. 211, n.10; ML 33, 961.
[3] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2521.
[4] San Jerónimo, Comm. in Matth. XIX,11; PL 26,135. Citado por Pío XII, Sacra Virginitas, n. 43.
[5] Cf. San Alfonso, Práctica de amor a Jesucristo, c. 17.
[6] Cf. León XIII, Enc. Mirae caritatis, del 28 de mayo de 1902 (AAS 36,641).
[7] San Ambrosio, De Institutione virginis, 6, 46; ML 16, 320.

– Ayudas:
¡Gracias por estar siempre pendiente de nosotros P. Javier, por su guía y enseñanzas! Dios continúe bendidiendole y a nosotros también con su presencia en nuestras vidas…
Buenas y Santas! Padre Javier!!! Bendecido Domingo!! Gracias Padre por su Prédica!!! Tiene muchísima Razón…!! ojalá Que escucharlos a Dios ….a Través de la Palabra…!! Reflexionemos…! También depende como nos visitamos a si también nos trata!! si quieren que nos Traten con Dignidad…. vestimos con Dignidad!! Viva Cristo Rey y Reina Madre !!! 🙏🙏🙏❤️
Claro y excelente. Dios lo bendiga permanentemente y siempre sea asistido por Su Espíritu Divino y por su Stma Madre Nuestra Señora. No me caben excusas frente a la Palabra. Gracias Padre Javier.