“Teología del cuerpo”: una crítica a Evan Lemoine y Ksawery Knutz sobre el acto conyugal y la visión beatífica
Decía Aristóteles que a la naturaleza le aborrece el vacío. Y es así nomás.
Como sabemos, nuestra falta de formación catequética ha permeado todos los estadios de la vida católica y uno de ellos es el de la moral conyugal.
Nuestros abuelos sabían que, el matrimonio católico, tenía como finalidad clara la procreación y la ayuda mutua; y si alguno llegara a preguntarse acerca de qué era lícito hacer y qué no hacer, un confesor, siguiendo a San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia en el ámbito de la moral (hoy sacado del olvido por el Papa León XIV), le habría dicho simplemente que el acto conyugal debe estar abierto a la vida y que por excepción, los hijos podrían espaciarse siguiendo la naturaleza femenina. Punto.
Sobre qué hacer y qué no hacer, el mismo San Alfonso y la teología moral clásica lo había planteado ya hace siglos (cosa que intentamos resumir aquí hace tiempo para el hombre de hoy, siguiendo a Royo Marín). Sin embargo, hoy esto no se enseña en la inmensa mayoría de los seminarios.
Y los matrimonios católicos, ante este vacío, buscan naturalmente una respuesta en otras cosas como ser la denominada “Teología del cuerpo”, que sigue los principios planteados por Juan Pablo II en algunas de sus catequesis, muy influenciado por su opción por la fenomenología y el personalismo (ya volveremos alguna vez sobre el tema, en unos meses, si Dios quiere).
Publicamos ahora la nota que nos hizo llegar un sacerdote amigo acerca de una conferencia y un libro recomendado por un “especialista de la Teología del cuerpo” que sugiere una lectura completamente alejada de la moral católica y que no difiere demasiado de la “pasión mística” que algunos altos prelados han explicado ya.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
San Francisco, 30 de Agosto de 2025
PD: volveremos en unos meses, Dios mediante, sobre el tema de la “Teología del cuerpo”.
“Teología del cuerpo”: una crítica a Evan Lemoine y Ksawery Knutz sobre el acto conyugal y la visión beatífica
Por el Pbro. Hernán G. Barreto
A raíz de una conferencia de Evan Lemoine[1] en la que invita a leer, al final de su exposición, un libro del padre Ksawery Knotz titulado “El sexo como Dios manda”[2], paso a hacer algunas consideraciones.
Pareciera, en las páginas de este libro, que se apunta a una especie de endiosamiento del cuerpo y, por lo tanto, del placer, sobre todo del sexual. Éste es comparado con una liturgia, y el orgasmo es señalado como una aproximación vivencial a lo que será el Cielo (también Lemoine lo expresa en sus conferencias).
Entre otras cosas, Knotz señala: que el acto sexual es el signo visible del sacramento del matrimonio; que en el acto sexual los esposos se dispensan mutuamente la gracia sacramental del matrimonio; que el acto sexual es una plegaria, en la cual se descubre a Dios por medio de los gestos y caricias; que el altar del sacrificio eucarístico, en el cual hacemos comunión con el cuerpo de Cristo, es comparable con el lecho conyugal en el cual se concretan las palabras de Jesús “serán una sola carne”.
A continuación, cito textualmente del libro algunos extractos que, personalmente, considero aberrantes:
“No hay justificación religiosa ni indicaciones precisas que definan qué gestos y caricias son permitidas y cuáles no deberían incluirse dentro del acto sexual”[3].
“La excitación de los órganos sexuales exteriores con la ayuda de los labios o de la lengua como elemento del juego previo es moralmente admisible y no se debe buscar pecado en tales conductas… los varones experimentan un gran placer cuando son excitados en forma oral por las mujeres”[4].
“Bajo el influjo de la gracia de Dios, (el orgasmo) se convierte en el hálito carnal del alma que abarca el nivel corporal del ser humano”.
“El amor entre los esposos, que se expresa en el acto sexual, hace que la corporalidad del ser humano sea elevada hacia el cielo. El éxtasis asociado con la alegría de la convivencia sexual puede compararse con la felicidad de la vida eterna. Por eso el acto conyugal de los esposos que se aman les permite vislumbrar en qué consiste la dulzura del encuentro con Dios”.
“En la relación sexual, los esposos comprenden existencialmente con la mayor vivacidad, sienten de modo directo lo magnífico que es ser uno con Dios, con todo el corazón. Esa experiencia es la más perfecta imagen de la unidad con Dios. La vivencia del acto conyugal les brinda a los esposos un sabor anticipado de la participación en la liturgia celestial”.
Fin de las citas.
Es cierto que no hay que demonizar el acto conyugal, que es, cuando se realiza “ordenadamente”, algo noble, bueno, querido por Dios, pero tampoco creo que estaría bien divinizarlo. Considero que el error principal, tanto de Knotz como de Lemoine, radica en pretender que el placer corporal es equiparable o identificable con el gozo de la contemplación de Dios en el Cielo. De ahí que a las relaciones sexuales (que no son malas en sí) se las considere como un acto de culto a Dios, comparable a la consagración en la Santa Misa, y otras cosas.
Pareciera que Knotz, como Lemoine, “carnalizan” lo sobrenatural, mezclan los ámbitos “sagrado” y “profano“. De hecho, esto es muy propio de algunos movimientos de nuestros tiempos: la idea de que todo es sagrado, de que ya no habría distinción entre sagrado y profano. Argumentan algunos que se debe al hecho de la encarnación del Verbo, porque el Verbo asume nuestra naturaleza y entonces “sacraliza” todo el mundo, e incluso lo mundano[5].
Uno de los mayores exponentes modernos de este error, creo yo, es el grupo Hakuna. Ellos señalan que todo es sagrado desde el momento que Dios asumió nuestra naturaleza. Todo. Incluso lo mundano, incluso el pecado. La máxima es “abrazarse” al mundo, así como Dios lo hizo. Lo que estaría mal sería pretender cosificar a Dios, distinguir momentos de piedad de momentos de diversión, de cosas del mundo.
A continuación, extraigo unas citas de un artículo del sacerdote español Eduardo Vadillo Romero[6], respecto a Hakuna, citas que dan luces acerca de nuestro tema:
“Para santo Tomás es muy claro que la felicidad última del hombre, la bienaventuranza, a partir de la cual se organiza toda la reflexión moral, debe estar en Dios, es decir, en alcanzar a Dios de una manera tal que la persona disfrutará eternamente en Dios. Esta unión con Dios es la que santo Tomás denomina visión de Dios, y es el conocimiento más perfecto que se puede tener de Dios, y el correspondiente a la amistad que supone la caridad. Ahora bien, este tipo de operaciones son las que realiza el hombre sin órgano corporal: la visión de Dios no se produce con los ojos del cuerpo, pues Dios no es corporal”.
“Como lo sensible se distingue realmente de lo espiritual, y lo natural de lo sobrenatural, carece de sentido pretender que con un deleite material se estaría alcanzando a Dios (y habría que ser muy mundanos). Más bien se debe decir que en los bienes materiales no podemos detenernos, sino que el verdadero deleite, el permanecer en aquello que se disfruta, es característico de los bienes espirituales y sobrenaturales. Esto no significa que el deleite material sea malo en sí mismo. Santo Tomás explica que nadie puede vivir sin un cierto deleite corporal, y también habla de una virtud respecto a los juegos y pasatiempos, pero de ahí no se puede deducir que el hombre está hecho para disfrutar de lo material”.
“Para santo Tomás, al igual que para san Agustín, el disfrutar, en sentido propio, se reserva a las realidades divinas y al fin último. Cabe un sentido imperfecto de disfrutar en las realidades materiales, pero no conlleva ese descanso que no está ya ordenado a algo ulterior”.
“Ciertamente han existido algunos planteamientos de la espiritualidad cristiana que han olvidado los aspectos materiales de la persona, o que han visto como algo sistemáticamente negativo el placer o el deleite. Ciertamente hay que buscar continuamente la mejor manera de comunicar a Cristo. Sin embargo, la solución no es eliminar la diferencia entre lo sagrado y lo profano o pretender congraciar lo que la Escritura denomina mundo y carne en su valor negativo, con la gracia de Dios”.
“El que la realidad material creada sea ontológicamente buena, no quiere decir que su uso resulte siempre adecuado para alcanzar la felicidad a la que aspira el hombre bajo la suave moción del Espíritu Santo, o que en el disfrute de lo corporal se esté ya disfrutando a Dios”.
Fin de las citas.
En resumidas cuentas: la felicidad última del hombre radica en la visión de Dios, operación que se realiza sin ningún órgano corporal. Además, lo sensible se distingue realmente de lo espiritual, y lo natural de lo sobrenatural, por eso ES un sinsentido pretender que con un deleite material o corporal se estaría alcanzando a Dios.
A.M.D.G.
Pbro. Hernán G. Barreto
[1] https://www.youtube.com/watch?v=DMVd6y7ivZ8 “Amar al máximo”: Evan Lemoine.
[2] https://hermanosesperados.wordpress.com/wp-content/uploads/2013/11/knotz-ksawery-sexo-como-dios-manda-lumen-2010.pdf
[3] El Magisterio de la Iglesia no tiene porqué pronunciarse ni hacer documentos acerca de los actos íntimos dentro del matrimonio, así como tampoco de otras cosas menores, o incluso evidentes. De todas formas, que la Iglesia no se pronuncie no quiere decir que estén permitidos.
[4] El autor dice literalmente que es “moralmente admisible”, pero no prueba porqué (además, se contradice porque define como moralmente lícitos estos actos, pero, como él mismo señala antes, la Iglesia no se ha pronunciado al respecto). Por último, pareciera que el autor identificara el experimentar placer con lo moralmente lícito.
[5] En realidad, al decir esto, ya nada habría de sagrado, porque lo sagrado es lo que se distingue, lo que se separa del mundo para Dios.
[6] Algunas observaciones sobre la obra J. P. Manglano, El abrazo. Hacia una encarnación total de la fe (https://www.elespañoldigital.com/wp-content/uploads/2022/11/Recension_a_la_obra_de_J_P_Manglano_El_a.pdf)

– Ayudas:
Neesaria aclaración. gracias Padre.
slds!
El desarrollo “teólogo” de estos personajes, pretende ser relacionarlo con la visión de San Juan Pablo II; pero, definitivamente, no se acerca ni un poco a lo que el Santo Papa enseñó. Yo hice un curso básico de Teología del Cuerpo, es hermoso y sanador. En ningún momento la teología pretende endiosar o sacralizar el cuerpo. Partiendo de que sustancialmente somos “cuerpo y alma”, el Papa indica que el cuerpo en un signo visible de una realidad invisible, que es nuestra alma. Se ha distorsionado tanto el desarrollo Teológico del Papa, creo yo que por “mercantilismo”, que da mucho pesar.
Fui a una conferencia de Lemoine en el Colegio San Pablo y fue excelente. No fue tan explicito en lo que trata el articulo. De todas formas coincido con la critica al libro. También, en términos más mesurados, en Proyecto de Amor Conyugal, en base a la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, se habla del “abrazo conyual” como imagen o reflejo de la Unión Esponsal de Cristo y la Iglesia, e incluso como reflejo del Amor Trinitario. Me parece mucho esa comparación con esas dos relaciones que, como señala el crítico, son relaciones espirituales, y ontologicamente mucho más reales que el acto conyugal.
Estoy de acuerdo. Me parece que el orgasmo es simplemente corporal, y es satisfactorio ya que el cuerpo descansa de un fuerte tirón o atracción. Simplemente eso. No se debería confundir con estado espiritual con Dios, ya que en el orgasmo la conciencia se debilita, y estando con Dios (como son los ratos de oración) uno tiene la conciencia es fuerte y plena. Es lo contrario. Por eso, y como decía San Agustín, ese acto solo cobra sentido si solo se hace para la procreación, la mente enfoca el fin del acto en procreación y no en el placer y así la conciencia no se debilita en adicción.
Personalmente quisiera compartir cómo las catequesis de Juan Pablo II me abrieron el corazón al Amor de Dios Padre, para saberme su hija muy amada desde mi origen en la panza de mí mamá, al Amor de Dios Hijo, para saberme siempre amada y elegida, y al amor del Espíritu Santo, que me da vida, fortalece, prepara mi corazón para reconocer y recibir la presencia de Dios en mis días, hacerme fecunda, dar vida siendo signo de su amor. Tengo un vínculo con cada Persona de la Trinidad, único Dios. Eso es un regalo enorme y una gran riqueza en mi camino de fe.
Las catequesis de Juan Pablo II me recordaron lo que la tradición de la Iglesia anuncia desde el principio: fui soñada y creada por Amor y para el Amor. Y un día voy a resucitar y voy a estar en el abrazo trinitario, en el Cielo, completita con mi cuerpo y con mi alma. Me recordaron que fui pensada bien.
Le dieron nombre a los anhelos de mi corazón: amar y ser amada. En mi dignidad de mujer, recibiendo el don del varón. Y de cada persona a mi al rededor.
Me recordaron mi dignidad: Hija amadísima de Dios.
Me recordaron mi vocación: el abrazo eterno con Dios.
Me dieron pautas para el trato con las personas: siempre amar, nunca usar.
Soy testigo del Amor que vence, “de la esperanza que no defrauda”. Lo vi a Cristo obrando en mi vida y en la de mis amigos.
Vi la obra de Dios restaurando mi vida, mi feminidad sanándome y abriéndome al amor, sin irme del Amor, siempre desde la fuente de Agua Viva, porque quiero ser santa.
Dios es grande, puso mucho orden y belleza en las cosas. Creo que la belleza del amor humano nos muestra un destello del amor de Dios por nosotros. También levanta la vara en el amor humano, porque sé que Cristo me ama tanto que entregó su vida por mi. Mi dignidad es grande. Y estoy llamada a un amor así, con la gracia de Dios.
Estimada Sofía: ¿está usted segura de su salvación eterna? ¿Acaso está segura de contarse entre los elegidos y predestinados?
Es verdad que no hay que seguir a “maestritos” en temas de fe, sino al magisterio. Gloria a Dios que la teología del cuerpo forma parte del magisterio universal. Le recuerdo al P Olivera Ravassi que la teología del cuerpo no son “algunas catequesis” de San Juan Pablo II como afirma al inicio del artículo, sino más precisamente 6 años de catequesis (con alguna interrupción en el medio). Que un Papa santo haya dedicado tanto tiempo a hablar de esto, como mínimo, nos tiene que llamar a la reflexión y a la humildad… o somos obedientes al magisterio según gustos personales?
No terminé de entender si era pegarle a Lemoine a la teología del cuerpo o a Hakuna