Cristiada: una presentación

Reproduzco aquí la presentación que la Dra. Patricia Barrio de Villanueva, codirectora de mi tesis doctoral, hiciera hace unos días en un congreso acerca de la hispanidad.

Agradezco a la Dra. Barrio la deferencia.

P. Javier Olivera Ravasi


Presentación del libro «La Contrarrevolución Cristera»

Dra. Patricia Barrio de Villanueva

Presentamos hoy el libro del Padre Olivera Ravasi sobre los Cristeros. Estoy segura que gran parte del público presente conoce el tema de esta epopeya ya sea porque ha visto la película «Cristiada», ha escuchado una conferencia, ha conocido alternativas de su desarrollo a través de un amigo o se ha enterado por las canonizaciones de algunos de sus mártires. Por lo tanto no es mi intención reseñar su contenido sino incitarlos a que lean el libro. Y trataré de dar algunos motivos para ello.

Vale la pena leerlo porque es una historia bien escrita. Ya sé que esto no es lo esencial, pero no es menor en una época en la que se ha perdido hasta el respeto por la lengua y en la que se exalta lo feo o el lenguaje oscuro para iniciados. A esto se agrega la presencia de fotografías testimoniales muy bien elegidas y editadas. Gracias Padre, por permitirnos descansar en una buena lectura y disfrutar de excelentes y emotivas fotos.

Es necesario leer este libro porque muestra una de las epopeyas contrarrevolucionarias de la contemporaneidad junto con la Vendée, sucedida entre 1793 y 1794, la de los rusos que pelearon contra la revolución bolchevique entre 1918 y 1921, y que será seguida luego por la de los católicos asesinados durante la República española a principios de la década de 1930, la de los cristianos perseguidos en los países soviéticos, en Cuba y en China; persecución que ahora asola a los católicos de los países de Medio Oriente. Epopeyas todas que dibujan un misterioso mapa de mártires y santos, algunos de los cuales solo conoceremos en el Cielo.

Vale la pena leer este libro porque el Padre Olivera Ravasi no solo cuenta una buena historia sino también analiza el proceso histórico a través de los distintos factores y actores intervinientes: el catolicismo del pueblo mejicano en especial del más sencillo, las organizaciones católicas dirigidas por elites laicales, la jerarquía de la Iglesia, los gobiernos liberales, la masonería, los Estados Unidos, la legislación vigente y su diversa aplicación en los estados, las diferencias también entre la jerarquía eclesiástica y los sacerdotes, etc.

Cuestiones que complejizan el análisis superando un simple relato que podríamos denominar “plano”, sin profundidad. En este sentido, me parece que donde el trabajo del Padre Olivera Ravasi alcanza el meollo de la cuestión es cuando trata el derecho o no a levantarse en armas; es decir el de la justificación de la Cristiada. Algo que se plantearon los dirigentes laicos y la jerarquía eclesiástica y que, sin duda, dividió aguas en la consideración de este gran acontecimiento. Por eso, es importante leer este libro porque es un ejemplo único de los conflictos y debates morales que los distintos grupos y personas debieron enfrentar a fin de tomar una decisión justa, propia de la virtud de la epikeia.

Para el pueblo “sencillo, mestizado y cristiano” la decisión fue, sin embargo, más sencilla. Después de obedecer estrategias pacíficas como las penitencias públicas, el boicot económico y la recolección de firmas para reformar la legislación vigente, y, ante el ataque a iglesias y sacerdotes, a ese pueblo solo le quedó pelear por lo más sagrado: sus templos, sus sacerdotes y los sacramentos bajo las consignas de Cristo Rey, Nuestra Señora de Guadalupe y el Papa. Es que esta gente era una flor tardía pero vigorosa del catolicismo del Medioevo hispánico, como señala el mismo texto.

Con esto no queremos decir que de un lado estuviera la jerarquía eclesiástica y los dirigentes laicos, y por otra parte, el pueblo católico, pero sí que este último no se planteó la legalidad una vez que perdió la paz y los medios para alcanzar la eternidad. Guerra que, por otra parte, fue impulsada por el mismo gobierno de Calles, al determinar que el 31 de julio de 1926 entraría en vigor el decreto que aplicaba la ley de cultos, convencido de que derrotaría a los católicos rápidamente y así implantaría en forma definitiva el laicismo anticristiano, gracias no solo al poder del Estado sino también al apoyo norteamericano.

Sin embargo, este ejército moderno, el Ejército Federal, no pudo derrotar a una milicia sin formación profesional ni armas en una verdadera guerra de guerrillas. Y la clave del éxito del Ejército de Cristo, como se hacían llamar, fue, además de la dirección de un general del calibre de Enrique Gorostieta, el hecho de que “la gente que se dice pacífica fue la que sostuvo el movimiento”, llegándose a formar zonas liberadas, verdaderos estados dentro del estado. Algo que hubieran envidiado nuestros guerrilleros setentistas.

A lo largo de estas páginas emerge un sinnúmero de nombres que testimonian la heroicidad de la Fe de estos cristeros: grandes y niños; laicos, sacerdotes y obispos; letrados e iletrados; hombres y mujeres… todos ofreciendo desde sus bienes materiales hasta sus vidas. Anacleto González Flores y la Unión Popular, María Goyaz y las Brigadas Femeninas Santa Juana de Arco, la increíble personalidad del general Gorostieta quien no siendo católico practicante murió gritando Viva Cristo Rey; o el caso del simple comerciante José García Farfán que se negó a sacar los letreros de su comercio que vitoreaban a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe; o los niños Tomás de la Mora, José Sánchez del Río, Francisco Santillán y Manuel Hernández, y también las anónimas Marías y Guadalupes y Cármenes, y tantos sacerdotes como Mateo Correa Magallanes y Rodrigo Aguilar Alemán y el Padre Agustín Pro y la vida fidelísima a Dios y al mismo tiempo novelesca del arzobispo Monseñor Francisco Orozco y Jiménez. Por eso, amigos, vale la pena leer este libro. También lo merece porque deja en evidencia de lo que son capaces quienes odian la fe de Cristo: con el poder y la legalidad que da ser dueño del Estado, las acciones rondaron desde la profanación de los templos hasta la imposición de multas a quienes enseñaran a rezar a sus hijos; desde los fusilamientos y violaciones a mujeres hasta un atentado con dinamita contra la Virgen de Guadalupe. Los ejemplos se suceden unos a otros y son aleccionadores. Eso sí, repito, fueron cometidos durante la vigencia del Estado de derecho.

Vale la pena leer este libro porque es valiente, porque no teme, a partir del análisis histórico y sin perder el respeto debido al Vicario de Cristo en la tierra, cuestionar los arreglos del Vaticano con el gobierno de Emilio Portes Gil en 1929 que no derogaron las leyes inicuas y que dejaron a la mayoría de los combatientes a expensas de sus enemigos, costando la vida de unos y la Fe y el resentimiento de muchos otros.

Pero también este libro es necesario leerlo como argentinos porque nos muestra los muchos caminos de la revolución.

Recuerdo cuando era joven, y en Hispanoamérica convivían la Cuba de Castro con el socialismo de Allende, y que en una charla a jóvenes, el ingeniero agrónomo Jorge Lona, sacerdote luego y obispo de San Luis después, nos enseñaba las dos vías para alcanzar la revolución: una por la fuerza y otra pacífica. Y si en Méjico, el experimento laicista se ensayó en forma violenta durante un largo periodo, en la Argentina, en líneas generales, fue más pacífico. Y los resultados en nuestro país han sido excelentes. Nuestros liberales arremetieron atinadamente sobre todo contra la educación, dejando el monopolio de esta en manos del Estado, y desplazando a los católicos de las universidades desde donde se nutría la dirigencia política, cultural y social de la Argentina. Pero no atacaron el culto ni a los sacerdotes del clero secular ni a las órdenes religiosas y, pasada la primera reacción por las leyes laicas, la Iglesia aceptó el status quo. De este modo, el catolicismo liberal se fue encarnando en la población, ampliando la frontera de su influencia, y cuando aparecieron intelectuales de fuste, sobre todo durante la década de 1930, este grupo fue visualizado como representante de un catolicismo retrógrado y reaccionario.

No obstante, pese a las diferencias entre nuestros países, hay algo invisible que conecta a México con la Argentina. Aquí la epopeya cristera ha tenido un impacto no solo emocional sino también intelectual a través de algunos de sus estudiosos y difusores como Enrique Díaz Araujo, el Padre Alfredo Sáenz y hoy el Padre Javier Olivera Ravasi.

Este libro, finalmente, es valioso porque nos despierta de nuestra siesta dominguera. Porque todavía podemos practicar nuestra Fe, porque podemos casarnos con expectativas de formar una familia católica, porque podemos educar a nuestros hijos, porque todavía se puede ser sacerdote o religioso, y los jóvenes pueden construir un microclima moral y religioso saludable. Pero no nos engañemos. Los enemigos no sólo están en la puerta de nuestros pequeños castillos. Están adentro, en las escuelas, en la universidad, en la televisión, en los celulares de nuestros hijos. Por eso celebro este libro, porque aunque no sabemos cómo será el futuro, su lectura nos prepara, nos entusiasma, nos conmueve, nos fortalece… y sobre todo nos alerta aún en medio de este clima gratamente hedonista y materialista, cuando leemos, por ejemplo, lo que escribía uno de los mártires a su hermana:

“A pesar de ser  tan  tibios y tan poco virtuosos… según pienso, esta persecución va a hacer que México brille por la heroicidad de sus Mártires. Tú que estás junto al Santísimo Sacramento, pídele que nos dé valor a todos los católicos para no flaquear. Ya no hemos de pedir que cese la persecución, sino que en cada católico haya un héroe, como en tiempo de Nerón”.

Así sea, también, para nosotros en el tiempo que nos toca vivir.

Dra. Patricia Barrio de Villanueva

Libro: aquí

Para una visión general de la Cristiada, aquí puede verse una conferencia 

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