‘La opción benedictina’ (y II). Por Juan Manuel de Prada

Publicamos la segunda parte del artículo de Juan Manuel De Prada que causó cierto revuelo en la blogósfera por diversas aseveraciones suyas, tanto históricas como de criterio.

Aunque no hemos podido leer aún el libro el libro de Dreher (no es fácil conseguirlo en Argentina), dejamos aquí su la continuación del artículo para quienes estaban siguiendo el hilo desde la primera entrada.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE


 

‘La opción benedictina’ (y II). Por Juan Manuel de Prada

Anunciábamos en un artículo anterior que la tesis que propone Dreher en La opción benedictina es típicamente liberal, bajo su disfraz tradicional. Su ‘comunitarismo’ presupone, en realidad, la atomización de la comunidad; lo que no es otra cosa sino la adaptación del individualismo liberal a pequeños grupos de individuos, congregados en torno al disfrute de su particular forma de vida. Para que este falso ‘comunitarismo’ (que, llevado hasta sus últimas consecuencias, descompondría la sociedad en un archipiélago de sectas) sea viable, Dreher reclama al Estado que garantice la libertad religiosa y se mantenga neutral ante las diferentes visiones del bien que existan dentro de la sociedad; es decir, pretende fundar una solución tradicional en tesis radicalmente liberales. Y a continuación, en un rasgo de maquiavelismo bastante taimado, añade que «los cristianos necesitamos hacernos con todos los aliados que podamos» y buscar «el apoyo de otras religiones» y «tender una mano amistosa a los gays y lesbianas que no están de acuerdo con nosotros pero luchan por la libertad religiosa y de pensamiento». Un cristiano debe, desde luego, tender una mano amistosa a todo el mundo; pero no buscando hipócritamente fines utilitarios en medio del zurriburri.

Como señala Juan Retamar Server en Verbo, Dreher concibe la comunidad como una formación artificial derivada –al más puro estilo roussoniano– de la voluntad de un grupo de personas o familias. Y una comunidad que nace de un contrato, y no de las raíces vivas que la nutren, es siempre una sociedad liberal, por muy conservadora que se pretenda. Como buen liberal, Dreher es partidario de la «privatización de la verdad», entendiendo que los cristianos debemos ‘construir’ comunidades que protejan nuestra fe y la fe de nuestros hijos, con una falta de caridad hacia el resto de la sociedad que consiste, a la postre, en aferrarse egoístamente al bien particular, dimitiendo del bien común.

Esta propuesta antipolítica de Dreher es el reverso de otra propuesta igualmente errónea que invita a los cristianos a allanarse ante las modas impuestas por el mundo. Ambas son radicalmente opuestas a la que nos propone la hermosísima y antiquísima Carta a Diogneto (siglo II), donde leemos: «[Los cristianos] viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. (…) Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres. El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero son los que mantienen la trabazón del mundo».

La Carta a Diogneto nos hace una propuesta política valerosa y auténticamente cristiana. La opción benedictina de Dreher es una propuesta antipolítica para burgueses que disfrazan su cobardía con los oropeles del catolicismo pompier. Decía Chesterton que los burgueses se dividen en dos grupos: los pretenciosos y los mojigatos. «Los primeros –añadía– son los que quieren entrar en sociedad; los segundos, los que quieren salir de ella y entrar en asociaciones vegetarianas, colonias socialistas y cosas por el estilo». Las opciones benedictinas se hallan, sin duda, entre esas ‘cosas por el estilo’.

Fuente: https://www.xlsemanal.com

 


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4 comentarios sobre “‘La opción benedictina’ (y II). Por Juan Manuel de Prada

  • el septiembre 5, 2019 a las 8:53 am
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    A mí me parece, que el Sr. De Prada -que escribe magníficamente, si quiere-, se suele disfrazar de aficionado a Chesterton, a Castellani, etc.; para atraer a muchos. Pero, de vez en cuando, desde la altura de su estrado, se permite jugar con ignorantes, como yo; hasta que lo vamos captando la lechuga que mete entre col y col. Recordar el blanqueo de podemitas, en entrevistas. Lo tengo claro: Puedo pasar, sin leer nada de ese Sr,. sin esa tensión, de si me está colando algo raro… Hay material muy bueno y abundante como este de «Qué no te la cuenten»; donde uno tiene la garantía de calidad del contenido; de no ser así, seguro que por error; para distinguir, está «el caletre».
    Nota: Al Sr. De Prada, le estoy agradecido por haber invitado a sus programas, al padre D, Antonio Sayes, al padre jesuíta D. Manuel Carreira, y pocos más, que recuerde y me hayan dejado huella. (No me entusiasmaban sus intervenciones -se le veía encantado, de haberse conocido…-; penosa fue aquella en la que discutieron García Trevijano (tramposete) y el Padre Carreira :-https://www.youtube.com/watch?v=1ifo-cN8980)

  • el septiembre 5, 2019 a las 2:34 pm
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    De Prada, como todo converso, tiene un entusiasmo desmedido y no esta dispuesto a soportar el «no ser nadie» para el Mundo. Habria que avisarle que es muy probable que estemos viviendo tiempos apocalípticos, por lo que no estaría de mas que le pegue una mirada a las profecías, a ver que recomiendan para estos tiempos. Por ej: Apoc 18:4 o Mateo XXIV.

  • el septiembre 7, 2019 a las 9:31 pm
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    Indudablemente la idea de irse de la sociedad y encerrarse en una comunidad ideal es una enorme tentación.
    Pero, por otra parte, la sociedad misma es la que nos expulsa y nos da la espalda como le da la espalda a Cristo, porque ya no es simplemente una (“inocente”) sociedad pagana sino una sociedad apóstata.
    De todas maneras no nos vamos.
    Como no nos vamos de la Iglesia.
    Pero, ¿por qué (algunos [o muchos, no sé] de nosotros) no vivimos nuestro cristianismo materialmente dentro de la sociedad cristiana en las parroquias? ¿Por qué «construimos» pequeñas comunidades cristianas (materiales o espirituales) para vivir nuestro cristianismo? (en realidad no es ninguna “construcción” sino algo que se da naturalmente).
    No nos vamos ni de la sociedad ni de la Iglesia. Pagamos los impuestos, hacemos lo que mal podemos por la sociedad porque amamos la sociedad más que los que dominan en ella y vamos a misa y recibimos los sacramentos (obviamente) en la Iglesia… y parece interesarnos y preocuparnos más la Verdad (y la Iglesia) que a los que dominan en ella.
    Más que «opción» -esto de estar medio afuera- es que no nos ha quedado otra.
    Iba a decir «lamentablemente» pero nada de eso. Es el tiempo en que nos ha tocado vivir… y, a qué negarlo, también tiene su encanto.

  • el octubre 1, 2019 a las 10:04 am
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    Hay que tener cuidado con criticar a Prada en ciertos medios del tradicionalismo borbonista español. Saltan los comisarios políticos al instante sin siquiera leer bien los comentarios.

Comentarios cerrados.

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