Vía Crucis de la Pasión. Texto y vídeo

Una ayuda para este Viernes Santo, en texto y en Vídeo.

Buen triduo sacro.

P. Javier Olivera Ravasi, SE

 

 

Vía Crucis de la Pasión[1]

Cuaresma de 2021

 

Primera estación. Jesús condenado a muerte

 

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Está el inicuo juez sentado en el tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, Juez de vivos y muertos, lleno de confusión, las manos atadas como un facineroso, oyendo la más inicua de las sentencias. ¡Oh Jesús mío querido! ¡Tú, Autor de la vida, condenado a muerte! ¡Tú, la inocencia y santidad infinitas, condenado a morir en un infame patíbulo, como el peor de los malhechores! Qué amor tan grande el tuyo y qué ingratitud enorme la mía, pues te condeno de nuevo cada día.

Y ¿por qué? ¡Por seguir una mala inclinación, por un mezquino interés, por el maldito “qué dirán” que tanto me atormenta!

            Perdóname, Jesús mío, y por esa inicua sentencia, no permitas que sea yo un día condenado a la muerte eterna, que merecían mis pecados.

 

            Dios te salve María…

 

Segunda estación. Sale Jesús con la cruz a cuestas

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

¡Y quieres, inocente Jesús mío, llevar Tú mismo, cual otro Isaac, el instrumento del suplicio! ¡Estás exhausto de fuerzas! ¡Tus espaldas y hombros están doloridos y rasgados por los azotes! ¡La cruz es larga y pesada! Y cuánto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo… Sin embargo, la aceptas, y besándola la abrazas y llevas decididamente por mi amor.

Y tú, pecador, ¿aborrecerás la ligera cruz que Dios te envía? ¿Querrás ir al cielo por medio de los deleites y regalos cuando el inocente Jesús lo abre por medio del dramático camino de la cruz?

            No Señor. Reconozco mi engaño; envíame entonces penas y tribulaciones junto a la fortaleza para soportarlas, que estoy resuelto a sufrirlas con resignación y alegría, por amor de un Dios que tanto padeció por mí.

 

            Dios te salve María…

 

Tercera estación. Jesús cae la primera vez

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

No es extraño Jesús mío, que sucumbas rendido al enorme peso de la cruz. Lo que me pasma y sin duda hace llorar hasta los ángeles del cielo es la bárbara fiereza con que te tratan esos hombres inhumanos.

Si cae un animal se le tiene compasión y hasta lo ayudan a levantarse. Pero cae el Rey de cielos, el Señor de los señores, el que sostiene el universo y en vez de moverse a compasión, lo insultan con horribles blasfemias, lo maltratan y acosan con diabólico furor…

            ¿Qué hacías, en qué pensabas Jesús mío?

“En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría; tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles, y Yo para librarte de ellos he querido pasar por este espantoso suplicio. ¿No estás todavía satisfecho? ¿Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas?”.

Entonces digo: “Aquí me tienes Señor, descarga tú también duros golpes contra Mí. Antes morir que volver a ofenderte”.

 

            Dios te salve María…

 

Cuarta estación. Jesús encuentra a su madre

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

¿Qué sentiste, oh angustiada Señora, al ver aquel trágico espectáculo? Al mensajero anunciando con lúgubre trompeta la sentencia fatal. Una multitud inmensa se agrupa; injuria, insulta y blasfema al Buen Jesús.

Los soldados, en dos filas, se burlan del Rey de reyes, y Él, se halla entre malhechores.

¿Lo conoces, oh Madre Santísima? ¿Es este tu Hijo bendito? ¿Acaso no es Éste “el más hermoso de los hijos de los hombres”?

¿Aquel Hijo de Dios que con tanto regocijo diste a luz en Belén? ¿Es Éste?

¿Dónde están ahora los reyes y pastores que entonces lo adoraron? ¿Qué se han hecho de los ángeles del cielo que entonaban entonces himnos de alabanza?

¡Qué cambiado está…!

Sus ojos, inundados de lágrimas y sangre; su cabeza, coronada de espinas; todo Él hecho una llaga.

¡Oh María, afligida entre todas las mujeres! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! Perdona a este ingrato, a este pecador que ha sido y es, por sus faltas, causa de tanta amargura.

            Dios te salve María…

 

Quinta estación. Jesús ayudado por el Cireneo

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Temiendo los judíos que se les muriese Jesús antes de llegar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tienen de crucificarle, buscan quien le ayude a llevar la cruz, y no le encuentran. ¡Había entonces en Jerusalén tantos de hombres! Y sólo Simon de Cirene acepta este favor, y aun por fuerza.

¿Y así te desamparan, Jesús mío? ¿Acaso no fueron cinco mil los hombres que alimentaste con cinco panes y dos peces? ¿Dónde están ahora los leprosos, los ciegos, los sordos, los endemoniados a los que sanaste y exorcizaste?

¿Dónde?

¡Ya nadie quiere llevar tu cruz! ¡Ni siquiera tus apóstoles, ni San Pedro!

Ingratos; ingratitud y hielo frío es lo que hay.

Dios nos libre de eludir las cruces diarias y de no aprovecharlas como el Cireneo, pues tú lo has dicho: “El que no carga con su cruz cada día y me sigue, no puede ser mi discípulo”.

Danos Señor las fuerzas para poder cargar nuestras cruces y llevarlas como estandartes y no como pesos muertos.

            Dios te salve María…

Sexta estación. Verónica enjuga el rostro de Jesús

           

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

¡Qué valor el de esta mujer! Ve aquel rostro divino a quien desean contemplar los ángeles, cubierto de polvo, afeado con saliva, denegrido con sangre; y movida a compasión, se quita la toca, atropella por todo y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado.

            ¡Cómo confunde la valentía de esta mujer la cobardía de tantos católicos, que, por un vano temor al “qué dirán”, no se atreven a obrar bien! Dichosa Verónica. Dichosa mujer fuerte como una madre.

¡Y cómo premia el Señor tu osadía, dejando su rostro santísimo estampado en ese afortunado velo!

            ¿No queremos también nosotros que Dios imprima en nuestras almas una perfecta imagen de sus virtudes? Pisoteemos entonces el maldito “respeto humano”, como la Verónica y mostrémonos ante el mundo libres, con la libertad de los hijos de Dios, que no tienen miedo en confesarlo en la vida privada y en la vida pública.

            Dios te salve María…

 

Séptima estación. Jesús cae la segunda vez

           

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Cae el Señor segunda vez bajo la cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús. Parece que el infierno desahoga contra El todo su furor. ¿Y qué hará el Señor? ¿Dejará la tarea comenzada? ¿Hará como nosotros, que ante una ligera contradicción abandonamos el camino de la virtud?

El Señor es un guerrero que no abandona la lucha, sino que muere en la empresa.

            ¿Cuándo, Señor, imitaré tu heroica constancia? Sé que, como San Pablo dice, “no será coronado quien no haya heroicamente combatido”.

Cueste, pues, lo que costare, quiero Señor, con tu divina gracia, amarte y servirte hasta morir de pie.

            Dios te salve María…

 

Octava estación. Jesús consuela a las santas mujeres

           

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

¡Qué caridad tan ardiente! Olvidando sus atroces dolores, Jesús se acuerda tan sólo de nuestras penas.

“Hijas de Jerusalén”, dice a las piadosas mujeres que le seguían llorando, “no lloréis mi suerte; llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos”.

            ¿Pero puede haber objeto más digno de llanto que la pasión y muerte del Hijo de Dios?

Sí cristiano; hay cosa más digna de lágrimas; y es el pecado. Porque el pecado es la única causa de esa dolorosa pasión; el único mal es elegir a la creatura antes que al Creador ¡Y no obstante, pecamos con tanta facilidad…!

Llora el Buen Jesús por nosotros; lloremos ahora nosotros por él, haciendo firmes propósitos de no volver a ofenderlo.

 

            Dios te salve María…

Novena estación. Jesús cae la tercera vez

           

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Tú, “resplandor de la gloria del Padre”, consuelo de los mártires, hermosura y alegría del cielo, Tú, caído en tierra, primera, segunda y tercera vez! ¿No eres Tú la fortaleza de Dios?…

            – “Hoy formas generosos propósitos, y mañana están ya olvidados; ahora me entregas el corazón, y un instante después ya no suspiras sino que entregas tu a los pasatiempos y liviandades… Yo caigo –dice el Señor– por segunda y tercera vez para expiar tus continuas recaídas, caigo para alzarte a tu de la tibieza; caigo para que, temerario, no te expongas de nuevo al peligro de recaer en pecado; caigo, caigo para que no caigas en el infierno”.

            Gracias, Dios mío, por tan inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dame tu fuerza, te lo suplico; para que me levante por fin y camine firme y constante en tu santo servicio.

 

            Dios te salve María…

 Décima estación. Jesús es despojado de sus vestiduras

           

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Cuando hay que curar una herida por fina que sea la venda que la envuelve y por cuidado que tenga la más cariñosa de las madres, ¡qué dolor no se siente al despegarse la tela de la carne viva! ¿Cuál no sería el tormento de Jesús al quitarle las vestiduras?

Las telas, como había derramado tanta sangre, estaban pegadas a su cuerpo llagado; los verdugos la arrancan con tanta fiereza que llevan tras sí la corona y hasta costras de carne y sangre que se le habían pegado…

¿Y en qué pensabas, purísimo Jesús, al verte desnudo delante de tanta muchedumbre?

– “En ti pensaba, pecador, en los pecados impuros que cometes; en lo que miras, en cómo hablas, en lo que haces; y por todos ellos ofrecía Yo al Eterno Padre esta confusión y suplicio tan atroz”.

            ¡Oh inmensa caridad la tuya! ¡Oh negra ingratitud la mía! Nunca más, Señor, renovar esas llagas con mis pecados; y aunque viva en Sodoma, intentaré ser puro como Lot.

Nunca más pecar.

            Dios te salve María…

Undécima estación. Jesús clavado en la cruz

           

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

¿Quién de nosotros tendría valor para sufrir que le atravesasen los pies y manos con gruesos clavos? Pues este atroz tormento padece Jesús por nuestro amor. Ya le tienden sobre el lecho de dolor; ya clavan aquellas manos omnipotentes que habían formado los cielos y la tierra; ya brota un raudal de sangre.

Pero esto es poco. Encogido el cuerpo con el frío y los tormentos, no llegaban ni las manos ni los pies a los agujeros por lo que deben tirar y tirar, con tanta inhumana crueldad que, sin romper los huesos, los desencajan…

¡Qué dolor! ¡Qué tormento!

            Y todo lo contempla su Madre purísima sin poder dar alivio alguno, ni una gota de agua puede dar a su Hijo; ¿y vive todavía?

            ¿Acaso no muero yo de dolor, siendo mis pecados, como son, la causa de tanto tormento?

            No permitas, Jesús mío, que, sordo a tus inspiraciones divinas, deje yo mi conversión para más adelante.

            Hoy; hoy quiero comenzar.

¡Hoy quiero y decido buscar, con todas mis fuerzas, el camino de la santidad!

            Dios te salve María…

 

Duodécima estación. Jesús muere en la cruz

           

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Contempla, cristiano, a esos dos malhechores crucificados con el Señor. ¡Qué maldades no habría hecho el buen ladrón! Sin embargo, le dice con esperanza al Buen Jesús: “Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu Reino”, y enseguida oye:

– “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

¡Qué bondad la de Dios! ¡Cuán pronto, pecador, recobrarías la gracia y amistad divina si quisieses arrepentirte de veras!

            Pero si dejo mi conversación para más adelante, quizás me suceda lo que al mal ladrón.

¿Qué hombre tuvo en toda la historia, mejor ocasión para convertirse que aquél?

Dios derramaba su sangre por él; tenía a sus pies a la abogada de los pecadores, María Santísima; a su lado el justo Juez y el Sacerdote más celoso del mundo para ayudarle a bien morir; oye la exhortación de su compañero, ve la naturaleza estremecida y, sin embargo, muere como ha vivido y se condena para siempre.

            No permitas, Jesús mío, que, sordo a tus inspiraciones divinas, deje yo mi conversión para más adelante. Hoy es el día de mi conversión.

 

            Dios te salve María…

Decimotercera estación. Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de Su Madre

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

¿A dónde iré, afligida Madre mía? Tu Hijo ha muerto, y mis pecados son los verdugos que le clavaron en la cruz y le dieron muerte inhumana. Soy YO quien ha apagado la luz de tus ojos, y acabado la alegría de tu corazón. Sí, YO desfiguré ese rostro hermosísimo, YO taladré esos pies y manos que sostienen el firmamento, yo traspasé esa augusta cabeza, y abrí esas llagas, YO descoyunté y despedacé ese inocentísimo cuerpo que tienes en tus brazos. Reo de tan horrendo deicidio ¿a dónde iré? ¿Dónde me ocultaré?

Por monstruosa que sea mi ingratitud, tú eres mi Madre y yo soy tu hijo.

Jesús acaba de traspasarme los derechos que tenía tu amor. Me arrojo ahora en tus brazos, con la más viva confianza.

No me desprecies, suave refugio de pecadores; mírame con ojos de bondad, ampárame ahora y en la hora de mi muerte.

            Dios te salve María…

Decimocuarta estación. Jesús es puesto en el sepulcro

– Te adoramos, Señor, y te bendecimos.

– Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

            Contempla cristiano, como José de Arimatea y Nicodemo, postrados a los pies de María piden el objeto de sus caricias y ungiéndole con preciosos aromas, le amortajan y ponen en un nuevo sepulcro de piedra.

¡Cuál no sería el dolor de la Virgen! Sin duda “grande era como el mar su amargura” cuando vio a su hijo ensangrentado, clavado y expirado en un patíbulo infame; pero a menos le veía; tal vez le abrazaba y lavaba con lágrimas.

Pero ahora, oh Señora mía, una fría losa te priva de este último consuelo.

¡Oh sepulcro afortunado! Ya que encierras el adorado cuerpo del Hijo y el purísimo corazón de la Madre, guarda también mi pobre corazón.

Sea este, Dios mío, el sepulcro donde descanses; sean los puros afectos de mi alma los lienzos que te envuelven y los aromas que te recreen.

En fin, muera yo al mundo, a sus pompas, a sus vanidades, para que viviendo según el espíritu de Jesús, resucite y triunfe glorioso con Él por siglos infinitos.

 

            Dios te salve María…

 

Oración final

Señor mío Jesucristo, que para redimir al mundo de la esclavitud del demonio, quisiste nacer entre nosotros  mortal y pasible, ser circuncidado, reprobado por los judíos y entregado por Judas, con un beso sacrílego, ser presentado en los tribunales de Anás, Caifás, Pilato y Herodes; ser acusado por testigos falsos, azotado crudelísimamente, coronado de espinas, herido con bofetadas, golpeado con una caña, escupido y cubierto de oprobios, despojado de tus vestidos, crucificado, levantado en una cruz entre dos ladrones, abrevado con hiel y herido con una lanza.

Por estas amargas penas que yo, aunque indigno pecador, he meditado y por tu Pasión y Muerte, líbrame del pecado como libraste al buen ladrón que fue crucificado contigo.

Oh Jesús mío, que con el Padre y el Espíritu Santo, vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

[1] El texto, con leves modificaciones del P. Javier Olivera Ravasi, está extractado de una obra del P. Alfredo Sáenz, SJ y, a su vez, del devocionario «Áncora de Salvación» del R.P. José Mach S.J., 1° Ed. 1949.

 


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3 comentarios sobre “Vía Crucis de la Pasión. Texto y vídeo

  • el abril 1, 2021 a las 4:12 pm
    Permalink

    Hermoso Vía Crucis, está basado casi textualmente del devocionario «Áncora de Salvación» del R.P. José Mach S.J., 1° Ed. 1949.

    • el abril 1, 2021 a las 4:59 pm
      Permalink

      ¡Mire qué bueno! Nunca supe de dónde había salido. Yo lo conocí a partir de un escrito del P. Alfredo Sáenz. Se ve que es antiguo. Gracias por el dato.

  • el abril 2, 2021 a las 11:07 am
    Permalink

    «Jesús, no permitas que jamás me separe de ti», Amén.

Comentarios cerrados.

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