Historia de héroes para jóvenes: ¡Santiago y cierra España!

Por Tomás Marini

 

 “Querría que vuestra merced me dijese que es la causa

por qué dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla: “¡Santiago y cierra España!

—Simplísimo eres, Sancho —respondió don Quijote—, y mira que este gran caballero de la cruz bermeja háselo dado Dios a España por patrón y amparo suyo, especialmente en los rigurosos trances que con los moros los españoles han tenido; y así, le invocan y llaman como defensor suyo en todas las batallas que acometen y muchas veces le han visto visiblemente en ellas…”.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

 

El mismo año que los Reyes católicos entraban triunfantes en Granada, el almirante Cristóbal Colon llega a nuestro Continente americano o a la Tierra de Santa Cruz como la llamaban en el siglo XVI. Lo siguen inmediatamente miles de hombres muy valientes y aventureros, enviados por los Reyes católicos de España, que se vinieron para estos pagos a traer la civilización, las buenas costumbres y, lo más importante, la fe cristiana a los pobres e infelices indios.[1] ¿Que tu maestra de secundaria te dijo que los indios americanos eran pacíficos, vivían en armonía y hasta eran muy higiénicos y que lo único que trajeron los poco aseados españoles fue muerte y esclavitud? Bueno, va a tener que estudiar un poco más de historia la señorita. ¿Qué vinieron solo por el oro? Nunca fue el fin, el oro era el medio que buscaban muchos de esos hombres para ser señores. Si no se entiende eso, no entienden nada de la España del siglo XVI.[2]

Te cuento más o menos como eran las cosas por acá: una enorme cantidad de aborígenes eran esclavos de otros más poderosos, que llegaron a formar grandes imperios, como el de los incas, mayas y aztecas. Estos imperios tenían una costumbre bastante particular: la de ofrecer sacrificios humanos masivos a sus dioses, a veces de a miles de víctimas por día.[3] ¡Pero claro!, las pobres víctimas que esas deidades exigían, la mayoría de las veces no eran elegidas de entre ellos, sino entre los otros pueblos sometidos o derrotados por ellos. Estos “buenos salvajes” (como pretendió calificarlos un europeo o muy ignorante o muy mentiroso, que seguro leyó tu maestra) hacían la guerra para conseguir víctimas o salían de cacería humana, secuestrando hombres jóvenes para ofrecerlos en lo alto de sus templos a dioses sanguinarios, sacándoles el corazón todavía palpitante mientras tocaban tambores de piel de serpiente y con su sangre untaban las imágenes de los ídolos. Luego arrojaban los cuerpos por las escaleras de sus pirámides, los descuartizaban y se los comían. A las mujeres y a los niños les reservaban otros destinos no menos espantosos. ¿Te parece poco? Otro día te cuento de los miles y miles de esclavos con los que construyeron sus grandes templos, caminos y ciudades como Machu Picchu y Tenochtitlán, o los miles de hombres y mujeres obligados a trabajar en las minas de oro y plata hasta morir. ¿O pensabas que el oro de sus ciudades y templos crecía en los árboles?

Uno de los más valientes hombres que vino cruzando el peligroso y ancho mar, y que haya conocido la historia, fue el español Hernán Cortés,[4] que llegó a lo que hoy es México, al Imperio azteca, el más peligroso y sanguinario de todos.[5] Tan valiente que hizo hundir las naves en las que había llegado[6] para que ninguno de sus hombres pensara que podrían llegar a volver antes de conquistar para España esas tierras.

Al principio el emperador azteca Moctezuma los recibió bastante bien y hasta invitó a los españoles a la mismísima capital del Imperio, Tenochtitlán.[7] Junto con los españoles había algunos cientos de guerreros tlaxcaltecas, que vieron en Cortés la oportunidad de librarse de la esclavitud y el terror en el que vivían bajo el yugo azteca; como hicieron también los otomíes, cholutecas, totonacas, guaraníes y tantos otros pueblos, que se aliaron con los españoles para combatir a los imperios que los oprimían. Pero cuando el tiempo fue pasando y los españoles no se iban y viendo, para colmo, que empezaban a predicar una religión que no incluía sacrificios ni carne humana “en el menú”, a los aztecas ya no les gustó tanto y decidieron que los españoles tenían que desaparecer.

Los aztecas, después de asesinar a su emperador Moctezuma, cayeron sobre los españoles. Cortés, algunos cientos de sus hombres y sus aliados se atrincheraron en un palacio durante unos días, pero cuando se acabaron los víveres no les quedó otra opción que intentar la huida. Abandonaron en el más absoluto silencio el palacio, pero fueron descubiertos y los enemigos se abalanzaron sobre la hueste. En una batalla caótica, en medio de la noche,[8] algunos lograron escapar “con el hilo en una pata” diría el Martín Fierro, pero la mayoría cayeron atravesados por las lanzas, flechas y hachas de obsidiana aztecas durante la desordenada huida. Seiscientos españoles y casi novecientos tlaxcaltecas murieron. ¡Un total desastre! Se perdieron todos los cañones, y los arcabuces y mosquetes ya no servían porque se había mojado casi toda la pólvora. ¿Y los famosos caballos que tanto dicen asustaban a los indios y a los que les atribuyen muchas victorias españolas? ¡Solo quedaron quince!

Durante seis días los supervivientes corrieron por la selva perseguidos por los aztecas, cargando con los heridos, sin comida, y solo con el agua que encontraban por el camino. El calor, los enormes mosquitos y las fieras tampoco ayudaban. Llegaron a tener que comer las hierbas y raíces que encontraban, tratando de evitar las venenosas. Pero no todo eran reveses para los cristianos (al menos para la mayor parte de ellos…). Tan adictos eran estos indios a los sacrificios humanos que cuando alcanzaban hacer algún prisionero, detenían la persecución y realizaban el macabro ritual dando tiempo a Cortés y a los suyos de alejarse y reorganizarse.

A pesar de esto los españoles fueron alcanzados en los llanos de Otumba. Los dos ejércitos se enfrentaron: los aztecas sumaban unos treinta mil guerreros, ¡y los españoles solo cuatrocientos! Una proporción de nueve a uno si tenemos en cuenta a los aliados tlaxcaltecas que no pasaban de tres mil. Parecían una pequeña isla rodeada por un mar de enemigos sedientos de sangre. ¡Y sí que era bizarra y de admirar la pinta de esos españoles inmóviles en mitad del valle! Mientras, de los montes y bosques llegaban cada vez más enemigos como furias vomitadas por el infierno.

En la primera línea de la masa desordenada de indios estaban los guerreros de elite de los aztecas, los jaguares y las águilas, desnudos, pintado el cuerpo y el rostro de varios colores, imitando a estos animales. Sus armas eran la mayor parte arcos y flechas, de punta de hueso, obsidiana o espinas de pescados, aunque también había guerreros blandiendo espadas largas de dos manos, hachas, o mazas pesadas con puntas de pedernal. Junto a estos guerreros estaban los pedreros u honderos. Más atrás los nobles, si es que se les puede llamar así, y cuyo jefe militar era Matlatzinatzín (¡sí que eran complicados estos aztecas para los nombres!), llevaban algo de protección, petos y escudos de tabla o caparazón de tortuga. En sus cabezas llevaban como coronas hechas de plumas, levantadas en alto. Cerca de ellos algunos tocaban instrumentos de guerra, flautas y cajas de troncos huecos que hacían sonar fuertemente.

 Los cuatrocientos hijos de Santiago se pusieron en formación de batalla: los piqueros en la vanguardia y los ballesteros en los flancos, dispuestos a cubrir a sus compañeros junto a los pocos que con suerte habían podido salvar un poco de pólvora para las armas de fuego, casi no quedaban “apóstoles”[9], parecía un Viernes santo.[10] Estos últimos encendieron las cuerdas de sus mosquetes y arcabuces. Al paso de un fraile todos hincaron la rodilla en tierra y se descubrieron para recibir la absolución general. Cortés tenía dos ventajas: por un lado, un pequeño grupo de valientes jinetes, la mejor y más temida infantería de Europa, los soldados de los tercios españoles,[11] una máquina militar disciplinada, perfecta, en la que cada soldado conocía su oficio y, por otra parte, la no muy alentadora idea de que los aztecas buscarían agarrar vivos a todos y cada uno de los conquistadores para sacrificarlos en sus templos.

Cortés se volvió a los suyos. Los piqueros formaban en silencio e inmovilidad absoluta, separados entre sí por un codo, con las picas de cinco metros apoyadas en el suelo, lo mismo los arcabuceros y mosqueteros, sus armas apoyadas en una horquilla, las balas en la boca y las cuerdas encendidas. Estos hombres barbudos, cansados y hambrientos después de días de agotadora persecución y luchas, veían acercarse al incontable enemigo sin mosquearse. Entonces corrió una voz por el tercio, que fue creciendo hasta ahogar el sonido de los instrumentos del enemigo:

—¡España!…¡España!…¡Santiago y cierra, España! —el grito legendario de guerra español.

—Llegó el momento —dijo Cortés— de morir o vencer, la causa de nuestro Dios milita por nosotros.

Ordenó en ese momento una primera carga de arcabuces, mosquetes y ballestas que sorprendió a los enemigos que no tuvieron tiempo de usar las armas arrojadizas. La pequeña caballería española, con Cortés a la cabeza, atacó entonces arrollando a varios enemigos con sus caballos y luego retrocedieron ordenadamente. Repitieron este movimiento, carga y huida, una y otra vez. Los aztecas contraatacaron y cayeron sobre la infantería cristiana y los tlaxcaltecas con ferocidad, dando alaridos y gritos. Se entabló un encarnizado y desigual combate. Los españoles se batían como leones, no daban golpe sin herida, ni herida que necesitase segundo golpe. Al poco tiempo los cadáveres aztecas se contaban por docenas. Pero su superioridad numérica hacía imparable su avance y la resistencia comenzó a flaquear. Ojos terribles, rostros sangrantes, gritos, corazas y aceros, indios pintados que atacaban con sus lanzas o mazas.

— ¡España!… ¡Santiago!… ¡España!

Entre los cristianos combatía lanza en mano la soldadera, María de Estrada,[12] codo a codo con los valientes soldados de los tercios.

Cortés, que peleaba a caballo, lanza en mano, agotado, cubierto de sangre, y con una herida en la cabeza, notó que el flanco que protegían los tlaxcaltecas estaba a punto de derrumbarse completamente. Si eso sucedía, estarían perdidos. Vio entonces entre la tropa enemiga al jefe azteca que observaba la batalla, tranquilo, debajo de un enorme estandarte de hilos de oro, vistiendo un traje negro de pies a cabeza, con enormes garras en sus pies y manos y un yelmo que imitaba la cabeza de una serpiente. Y recordando Cortés haber oído que de la defensa del estandarte hacían depender los mexicanos las batallas, encomendando su alma al Cielo jugó su última carta. Llamó a los cuatro capitanes que quedaban montados, con el dorso de la mano se limpió la sangre que resbalaba hasta sus ojos, desenvaino su espada y al grito de “¡Santiago y cierra España!” se lanzó con sus hombres en un galope enloquecido en dirección al jefe militar azteca y a la guardia de nobles que lo protegía. Fue entonces, mientras avanzaban atropellando y abriéndose paso al golpe de sus espadas y lanzas, que Cortés vio galopando a su lado a un sexto jinete de aspecto muy extraño, que montaba un caballo enorme de un blanco deslumbrante, y que con su espada les abría camino derribando, atropellando, matando y cercenando las cabezas de los salvajes que intentaban detenerlos. Cualquier español hubiera supuesto, como Cortés lo hizo, que el apóstol Santiago “matamoros” se había unido a la carga, como había hecho en muchas ocasiones contra los musulmanes en España.

Los guerreros aztecas no pudieron detener el avance de los españoles que alcanzaron a los jefes aztecas y a Matlatzinatzín. Cortés lo atravesó con su lanza y Juan de Salamanca, uno de los jinetes, saltó de su caballo y le dio el golpe final apoderándose de su estandarte, que puso en manos de Cortés. Cuando los aztecas vieron su estandarte en manos de los jinetes españoles, se creyeron abandonados por sus dioses, arrojaron las armas y huyeron del campo de batalla, pisoteando los cadáveres de sus compatriotas, hacia los montes y bosques en dirección a Tenochtitlán. Al misterioso jinete blanco no se lo vio más.

Meses después Cortés y sus aliados indígenas se reorganizaron para atacar y conquistar Tenochtitlán. Fue el final del sangriento Imperio azteca y de su terrorífico culto a la serpiente. Un nuevo comienzo para estas tierras ya libres de sacrificios humanos y de miserias sin nombre.[13]

No muchos años después, a un descendiente de los chichimecas, ya cristiano,[14] que andaba por el cerro del Tepeyac en México, se le apareció la Madre de Dios quien, confirmando la protección del Cielo sobre todos los habitantes de estas tierras benditas, se dio a conocer como la Virgen de Coatlaxopeuh o Guadalupe, que en lengua náhuatl significa “la que aplasta la serpiente”.

Tomás Marini


VOCABULARIO:

La cruz bermeja: la cruz de Santiago apóstol.

Incas: imperio aborigen americano que habitaba, a la llegada de los españoles, en la parte oeste de América de Sur, desde el actual Ecuador hasta Chile y el norte de Argentina, y cuya capital era Cuzco.

Mayas: antiguo Imperio aborigen americano que habitó desde la mitad sur de México hasta Honduras, ya desaparecido a la llegada de los españoles a América.

Con el hilo en una pata: salvar un peligro inminente con dificultad. Viene de las gallinas que se dejan en las casas por la noche con un hilo en la pata para ser sacrificadas al día siguiente. Estas, tironeando, logran liberarse y se escapan llevando “el hilo en una pata”.

Obsidiana: roca volcánica vítrea, de color negro o verde muy oscuro, con el que los indios americanos hacían armas cortantes, flechas y espejos. Las hachas de obsidiana eran tan filosas que podían degollar un caballo.

Arcabuz: arma de fuego antigua, semejante al fusil, que se disparaba prendiendo la pólvora del tiro mediante una mecha móvil incorporada a ella. Solía dispararse a 25 metros o menos.

Mosquete: arma de fuego antigua, mucho más larga y de mayor calibre que el fusil, que se disparaba apoyándola sobre una horquilla. De todos modos, a menos que hubieran filas sucesivas de mosqueteros, eran armas muy limitadas en su acción contra el enemigo, teniendo en cuenta que aun con los más avanzados mosquetes en el siglo XVIII, se consideraba que un soldado estaba bien instruido en su uso si lograba hacer tres disparos en un minuto. Solía dispararse a 50 metros, con un alcance máximo de 100.

Petos: parte de armadura que cubre y protege el pecho.

Hijo de Santiago: hijo de Santiago Apóstol, que es lo mismo que decir “hijo de España”.

Piqueros: soldado que servía en el ejército con la pica, especie de lanza larga, compuesta de un asta con hierro pequeño y agudo en el extremo superior.

Ballesteros: soldado que servía en el ejército con ballesta, arma portátil que dispara flechas y proyectiles impulsados por una combinación de un muelle en forma de arco y una cuerda.

Cuerdas: mecha para encender la pólvora.

Absolución general: absolución que imparte un sacerdote católico, sin que preceda la confesión individual de los pecados, a un penitente o a varios, en peligro de muerte o por necesidad grave y urgente.

Santiago y cierra, España: “Santiago” se decía invocando al apóstol y “Cierra” es un término militar que ordenaba cerrar espacio contra el enemigo, es decir, atacar. O cerrar filas en la defensa.

Balas en la boca: forma de llevar las municiones para poder cargar con mayor rapidez durante el combate.

Tercios españoles: regimiento de infantería española de los siglos XVI y XVII.

Soldadera: mujer del soldado de los tercios.


[1] Poco más de 200.000 en el siglo XVI; un 20% de ellos, mujeres.

[2] La mentalidad de los conquistadores no era económica: era caballeresca, medieval.

[3] Estudios históricos demuestran que los aztecas llegaron a sacrificar hasta 80.000 personas en solo cuatro días.

[4] “…era buen jinete y diestro de todas las armas, así a pie como a caballo, y sabía muy bien menearlas, y sobre todo, corazón y ánimo, que es lo que hace al caso (…) en todo daba señales de gran señor.” (Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España).

[5] Era el año 1519: el 13 de marzo se celebraría la primera misa en territorio continental americano.

[6] La leyenda nos legó la imagen de Cortés quemando las naves, pero, en realidad, lo que hizo fue barrenar el casco y encallarlas para poder utilizar el material y especialmente las maderas en la Conquista.

[7] Muchas y grandes batallas tuvieron que librar Cortés y sus hombres para poder llegar a la capital.

[8] Noche conocida a partir de entonces como la “Noche triste”.

[9] “Los doce apóstoles” era como llamaban los arcabuceros a los doce saquitos de pólvora que llevaban para cargar el arma.

[10] “Parecía un Viernes santo”: expresión que alude a una situación de enorme tristeza y angustia.

[11] Hablar de los tercios es hablar de la mejor infantería de su época que combatió por la Monarquía hispánica y la verdadera religión en todos los rincones del mundo, desde América a Filipinas situando al Imperio español como la mayor potencia de su época. Es por ellos que se dice que “no hay un puñado de tierra sin una tumba española”. Sus armas características eran la pica y el arcabuz.

[12] “No es bien, señor Capitán, que mujeres españolas deje a sus maridos yendo a la guerra; donde murieren moriremos nosotras, y es razón que los indios entiendan que son tan valientes los españoles que hasta sus mujeres saben pelear…”.

[13] Era el 13 de agosto de 1521. Para celebrar la victoria se celebró un baile. Lo abrió María de Estrada.

[14] Se trata de san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, testigo principal de las apariciones en 1531.


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9 comentarios sobre “Historia de héroes para jóvenes: ¡Santiago y cierra España!

  • el diciembre 31, 2021 a las 9:15 am
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    Santiago y cierra España!!!

    Siempre uso este grito de guerra frente a los momentos difíciles.

    Es impresionante la gran historia de civilización de España, llevando luz y fe por todo el mundo.

    Cómo dicen, no hay un pedazo de tierra en el mundo sin un tumba española.

    Hijos de Santiago, grandes son los tercios!!

    Santiago y cierra España!!

  • el diciembre 31, 2021 a las 11:42 am
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    Que bueno es conocer la verdad.. Bendito sea Dios que en su momento me permitió conocer sus escritos…bendiciones Sigo desde hace unos meses su sitio de YouTube.

  • el diciembre 31, 2021 a las 4:06 pm
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    Excelente lo escrito por Tomás M. Muy claro, atractivo, ordenado con el vocabulario al final. Y, por sobre todo, verdadero! Honremos esa herencia! Arriba España!! Tomás Alonso.

  • el diciembre 31, 2021 a las 6:12 pm
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    Quién no conoce la verdadera historia, corre peligro en su presente y futuro; porque no hay peor enemigo q la ignorancia. Soy de una generación a quienes nos llenaron de falsa historia. Gracias por este valioso aporte. Arriba nuestra Madre Patria: España!!! Virgen del Pilar: intercede por nosotros.

  • el diciembre 31, 2021 a las 8:51 pm
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    El Dr. Juan Villegas SJ trata una reflexiones en «Cinco Siglos de Evangelización en América» y considera: «Conquista. Bien es sabido que, muchas veces,…en los principios del Sg. XVI,…sobre todo en México y Perú, la evangelización acompañó al conquistador. Hernán Cortés y Francisco Pizarro con sus conquistas llevaron propósitos evangelizadores. En otras circunstancias no se trató de conquistas formales, sino de de entradas en regiones de gentiles efectuadas por soldados acompañados de misioneros.»

    ¡Santiago y Cierra España!

    «CINCO SIGLOS DE EVANGELIZACIÓN EN AMÉRICA», V Centenario de la Evangelización de América, DR. JUAN VILLEGAS S.J. Centro de Estudios de Historia Americana (CEHA), Montevideo 1992 pp. 12

    • el enero 4, 2022 a las 10:40 pm
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      Muy bueno! Esto nos contaba papá cuando éramos chicos!

  • el enero 1, 2022 a las 12:59 pm
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    Hay que recordar que hasta el momento mismo de las independencias (o «dependencia colonial inglesa»), los americanos eran españoles (aunque no ciertamente «peninsulares»), por lo que su grito de guerra contra el invasor y los piratas seguía siendo «Santiago y cierra España», invocando la ayuda del Apóstol para lograr la victoria.

  • el enero 3, 2022 a las 7:50 pm
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    Que hermosa es nuestra Historia,en mi adolescencia mi bendito Tío hoy en el cielo me ilustraba con esta real historia de Nuestra Hispanoamérica , solo podemos decir que somos hijos de esta Madre Patria que la colonia dejó , resuena entonces en mi alma criolla ….Como nosotros hijos de la España somos continente de la Esperanza ….. Para devolver a La Europa el tesoro mas hermoso que en herencia recibimos . La prescencia de Nuestro Señor en nuestra Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana…. En mi Pueblito donde vivo Sopó /Cundinamarca/ Colombia; tenemos el recuerdo mas hermoso que nos dejo el barroco Español …. Hermosas pinturas que datan desde 1530 a 1650 . En Nuestra Parroquia del Divino Salvador , esto me enorgullece porque esta América es hija de el Imperio mas grande y espectacular que existió jamas…. Sus universidades fundadas, su planeación de cada pueblo , los Colegios Mayores…. Para el Siglo XVI y XVII lo que nos sobraba en este continente era cultura . Herencia de Nuestra Santa Madre Patria España….Pero, con gran nostalgia vemos como la masonería tomó las riendas de este continente poniéndonos como pueblos sometidos ,agachados ,menoscabados y pobres….. No escribo mas, la nostalgia por este gran pecado de mi América irrumpe en mi alma, la entristece hasta aveces con ganas de llorar con ira por lo que nuestros abuelos y tatarabuelos dejaron perder con influencias liberales;: rousseau, los derechos del hombre ,la Inglaterra
    pagando para destruir la obra de Dios con la Evangelización mas hermosa que fué hecha por Nuestra
    Santa Madre España y con gran atrevimiento me arriesgo a decir que » Santiago cierra América » contra toda ideología actual liberal de género o cualquier comunismo, que desvia nuestros hijos, nuestra juventud, Nuestra Iglesia, Nuestra Fé Que niega la Única Verdad que es Cristo

  • el enero 6, 2022 a las 7:33 am
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    Que no paren estas historias!!! Muy bien contadas, saben atrapar y cautivar. Viva Cristo Rey

Comentarios cerrados.

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