Rivanera Carlés. La judaización del cristianismo y la ruina de la civilización. Por Octavio Sequeiros

Rivanera Carlés, Federico.  LA JUDAIZACIÓN DEL  CRISTIANISMO Y LA RUINA DE LA CIVILIZACIÓN –El verdadero carácter de la heterodoxia cristiana desde la antigüedad  a hasta nuestros días. Las herejías protestantes hasta la pre-reforma. Vol I: El judaísmo y la reforma  protestante. Instituto de Historia S. S. Paulo IV, B. Aires, 2004, 543 pp.

Por Octavio A. Sequeiros

 


Estamos ante otra obra de un suicida, de esos que hasta San Agustín justificaría y Gladius debería destinar una sección especial a estos suicidas ilustres, como señalé en  el número anterior a raíz de Marcelo Lascano.

  En efecto a nadie que tenga la menor pretensión de  subsistencia y honores en este mundo, el social, político, eclesiástico, y entre los mismos amigos, puede ocurrírsele publicar un libro con ese título (sin hablar del contenido). No conozco personalmente a Rivanera Carlés, pero me lo imagino  como una especie de “ermitaño urbano” peor que Castellani y mejor de esos que, dicen, habitan en Italia y USA; más aislado y sospechoso que Maurras, ultra-transgresor y jugado hasta las bolas,  si se me permite  la   inmejorable  imagen nacional y popular que todos escuchamos en la calle y la TV, pero que, en estos casos, ofende a   doncellas y gerontes.

  La tesis es un desarrollo del título. Aceptemos de puros interreligiosos y renegados toda la  propaganda anticatólica; a pesar de esa comedia y sus ambiguos pedidos de perdón, la cristiandad instauró el orden natural que permitía  la llegada de gente decente al poder y los usureros no dominaban totalmente el mundo, incluso a veces terminaban en la hoguera terrenal, antes de la quemazón definitiva.  Desde el s. IV no sólo la Iglesia, también el estado, o sea el Imperio, reprimió  las sectas judaizantes que constituían  el  centro logístico para la destrucción de la cristiandad. En el s XVI se terminó esa ayuda y se vino el maremoto o tsunami  religioso y cultural hasta dejarnos a todos en ruinas, ruinas relativas, porque lo peor está por venir. Por si a los cristianos se les pasara por la cabeza reaccionar, Rivanera advierte que “únicamente el conocimiento de las  causas  reales de la actual situación permitirán  luchar eficazmente por  tan magno objetivo. En consecuencia investigar la judaización del  cristianismo que hoy llega a su culminación, brindará un panorama verídico del pasado sin el cual no se puede entender el aciago presente y, menos aún, evitar un futuro que se  avizora más aciago” (p. 13), cf. también los párrafos finales. El autor destaca su aporte en la exposición del gnosticismo y concentra su investigación  sobre el influjo del judaísmo en las herejías protestantes.

  El método, o uno de sus recursos, consiste en  documentarse con los mejores especialistas  hebreos o  progresistas; en esto puede compararse al Soljénitzine en Doscientos años juntos,  o sea la relación entre judíos y rusos en esos años. Aquí serían  2000 y pico de años y la misma valentía. Frecuentó, lo que es raro entre los nuestros, el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos, el Seminario Internacional  Teológico Bautista, la  biblioteca de la  Editorial Sudamericana de los Adventistas del Último Día, y hasta la Facultad de Teología de la  Universidad Católica. Con dos o tres ecumenistas por el estilo, el Cardenal Kasper se quedaría sin trabajo o sin vida.

  Las notas eruditas sobre temas y especialmente sobre personajes, constituyen un gran acierto pues permiten  orientarse en medio de la jungla judeocristiana y su literatura.

  Salvo las imprescindibles fuentes, sólo a veces utiliza autores católicos, ej.  Pastor y Menéndez Pelayo a los que  critica con toda franqueza y justicia cuando llega la ocasión, o sea con frecuencia.

Temas. Es imposible considerar con cierta precisión, más aún ni siquiera aludir, a los  pasajes que podrían  motivar aclaraciones, discrepancias o críticas, pero me referiré a dos por su importancia “estructural”:

a) En repetidas oportunidades nuestro autor afirma que  el judaísmo no es una religión sino una raza, “la cual tiene una religión propia” …“pero, como dije, esa religión no es tal porque sólo tiene finalidades terrenas”, (p. 139), a saber el dominio mundial, y para profundizar el tema nos reenvía a una  obra anterior.  No nos parece que  estos  cuestionamientos quiten valor religioso al  judaísmo, porque no agotan el asunto. Así  por ej. Nuestro Señor Jesucristo,  el colgado, bastardo, mago, Balaam, Ben Pantera, etc., etc., como tan ecuménicamente se lo denomina en familia, en familia tipo León Ferrari, hace una serie de distinciones de las que nadie quiere acordarse; el olvido es perfectamente explicable, ya que por necesidades políticas últimamente somos todos hijos de Abraham, aunque Jesús termina con eso de que  estos abrahamitas  no son hijos de a Abraham sino  tienen por padre al demonio y hacen su voluntad (Juan 8, 31-59), No sé, ni quiero saber, qué dirán talmudistas, exégetas y expertos conciliares, pero estoy cierto de que según el Dulce Rabí de Galilea estos hombres tienen una religión con objetivos mucho más espirituales que el gobierno mundial.

  Además la palabra “raza”  posee muchos matices, en el Nuevo Testamento ethne, puede traducirse por estirpe, linaje, casta, ralea, prosapia, ascendencia, descendencia etc. según el gusto y los intereses del traductor; también puedo  traducirla por “raza”, pero aclarando que no se trata de la raza de animales en el sentido que lo utilizó  el iluminismo positivista, según nos explica uno del palo,  Gueydan De Roussel, en El origen del Racismo. El Hombre, espectador del Hombre. Paris, E. de Boccard, Editor.1, Rue de Médicis, 1940. Por cierto el asunto no empieza allí: los judíos ya habían realizado estas comparaciones, con gran optimismo nacional  antes de todo esto  recurriendo a criterios religiosos en el sentido del texto citado de San Juan. 

b) La lengua hebrea Por un lado siguiendo a Renan, queda descalificada por su carencia de capacidad de abstracción; Por otro resulta el gran instrumento de judaización de la cristiandad, al utilizársela como ariete contra la teología escolástica. Lo menos que puedo pensar es que, de ser esto cierto, la escolástica y sus enseñanzas  resultaron impotentes ante la lengua hebrea. Creo qu  la presentación  de este asunto está demasiado simplificada y que son imprescindibles mayores precisiones. El mismo Rivanera afirma que el  hebre  tuvo las aptitudes necesarias como para influir en  Zwinglio quien consideraba a la lengua hebrea capaz de purificar al Nuevo Testamento (p. 219 y 221); y en mil otros casos similares como los reformistas radicales (p. 269), el caso del idioma inglés (p. 342)  et alia, incluida la recomendación de la Iglesia en pro de esa lengua).

Lectores. Puede meterle el diente tanto el católico ortodoxo  como el judío más consustanciado con su pueblo, cambiando sólo algunos pocos adjetivos porque Rivanera Carlés   nos informa  a la manera de un fichero; lógicamente habrá que tragarse algunos sapos, pero ese es el precio de la utilidad. En cambio deben abstenerse, so pena de infarto, las almas  ingenuamente sensibles al ecumenismo basado en la  vida social, los buenos sentimientos o la complicidad. Conviene adquirirlo pronto, pues los mercaderes solían, en tiempos menos seguros, hacer desaparecer del mercado estos trabajos a poco de su publicación.

Ahora que  parece avecinarse un conclave tan dramático como es  habitual en la Nave de las Tempestades, Rivanera  cita las palabras de  su héroe,  el Papa Pablo IV, al embajador veneciano  Bernardo Navagero, el 2 de junio de  1557: “Quisimos obviar el peligro que ya amenazó en los últimos cónclaves, y tomar precauciones en vida nuestra para que en lo futuro no siente el demonio a uno de los suyos en la silla de San Pedro” (p. 470). Dios lo oiga.

            En fin Rivanera dedica este trabajo a su hijo y colaborador Federico, muerto a los 24 años: “abrigaba fundadas esperanza de que continuaría mis trabajos. Con él se extinguió mi linaje”. Al parecer se refiere al linaje familiar, pero muy posiblemente la afirmación valga también para  su linaje espiritual, que de todos modos puede prolongarse un poco, y así lo esperamos, gracias a las obras inéditas que menciona en p. 409/10.

Octavio A. Sequeiros

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