Católicos en el Sistema Penitenciario del GULAG

Por Mª Jesús Echevarria

Después del triunfo de la Revolución Rusa y durante el periodo leninista (1917-1924), que fueron años de largas guerras civiles, la víctima principal de la represión fue la Iglesia Ortodoxa sobre la que cayó una destrucción total. Quedó totalmente desorganizada y la mayoría de sus autoridades, así como los monjes y los popes fueron asesinados o enviados a los primeros establecimientos del Gulag para los que se escogió, precisamente, un monasterio ortodoxo que se hizo tristemente famoso porque lo convirtieron en el primer campo de prisioneros, el Monasterio de Solovetsky, en el archipiélago del mismo nombre, en el Mar Blanco. El hecho de que un monasterio del S. XV con amplias instalaciones y una gran basílica, la joya del Báltico, fuera elegido para ser prisión y sala de torturas ya indica el componente anticristiano del régimen. Esta decisión fue de Lenin y funcionó de los años 20 al 30. Por él pasaron desde el místico ortodoxo Pável Florenski (ejecutado allí) hasta el exarca greco católico Leóniv Feodorov, beatificado por San Pablo II, y sobre el que ya he hablado en otro artículo.

Pero durante el leninismo la mayor parte de los católicos, con excepción de los greco-católicos rusos que no eran demasiados, quedaban en territorios fuera de la URSS y, por lo tanto, la represión de los católicos se debe, fundamentalmente, al periodo estalinista. Estos católicos se situaban en territorios lituanos, polacos o moldavos. Con carácter excepcional a las orillas del Volga había un componente de alemanes-católicos y luteranos-de los que hablaré más tarde.

1939

Como resultado del Tratado Ribbentrop-Mólotov firmado entre la Unión Soviética y el III Reich, Alemania invadió Polonia por el Oeste el 1 de septiembre de 1939, y a los 17 días la URSS lo hizo por el Este dividiendo Polonia en dos. Los territorios que quedaron en manos de la URSS eran, entre otros, el de la antigua Galitzia del Imperio Austrohúngaro que es tierra de greco-católicos que tenían su Arzobispado en Lemberg-Lvov, en aquellos tiempos era su metropolita el anciano Andrey Sheptytsky, hoy venerable y en proceso de beatificación en Roma. Él constituía la máxima autoridad de toda la Iglesia Greco-Católica de la que dependía también la iglesia Greco-Católica Rusa.

Entonces comenzó la persecución de los católicos polacos de rito latino y la de los ucranianos de rito griego y numerosos de sus sacerdotes y fieles fueron deportados al GULAG o asesinados, sus iglesias, así como su organización, destruidas. Y ese fue, después de los escasos católicos rusos, el primer componente de ellos que fue dispersado por el sistema de campos de trabajo soviético cuyo destino podía estar en los sitios más inhóspitos, desde Kolimá en el extremo norte de Asia a las mesetas de Asia Central.

Cruz conmemorativa de la matanza de Katyn

1941  

En tiempos de Lenin se había establecido la configuración de la Repúblicas Socialistas Soviéticas y entre ellas estaba la República de los Alemanes del Volga con capital en Engels. Los alemanes del Volga (Wolgadeutsche, en alemán) llevaban asentados allí desde tiempos de Catalina la Grande-S. XVIII- y contaban con un régimen especial según el cual sus escuelas eran en idioma alemán, tenían su obispo y sacerdotes, tanto católicos como protestantes, y gozaban de unas condiciones diferentes a los rusos del contorno. Como a partir del S. XIX los zares comenzaron a no respetar el tratado con ellos se produjo una emigración a América y a otros lugares del mundo muy numerosa. Los alemanes del Volga católicos eligieron La Argentina o Brasil con preferencia a EE.UU. No obstante quedaban los suficiente como para que Lenin considerara constituir una república con su nombre.

En 1941 Hitler invadió Rusia y, naturalmente, las consecuencias de esto fueron letales para ellos porque Stalin disolvió la república y deportó a todos sus habitantes a los mismos lugares donde había deportado en 1939 a los polacos y los ucranianos.

Se han encontrado alemanes del Volga en todos los asentamientos del GULAG. Eugenia Ginzburg en sus memorias habla de ellos en Kolimá, por lo que es de suponer que irían a parar a los cuatrocientos y pico asentamientos diferentes dispersos en las repúblicas del Cáucaso o en el Mar Báltico. Como anécdota curiosa ella cuenta que su marido, un médico alemán católico, aborrecía más a Lutero que a Stalin y que esa era también la opinión de la mayoría de sus amigos del mismo origen

Sin embargo parece que uno de los lugares donde más concentración hubo fue en Karagandá (Kazajistán) donde en 1940 el 70% de la población eran de esa minoría étnica.

Y ahora hemos llegado a la historia de Monseñor Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de Astaná, capital de Kazajistán. La familia del Obispo fue una de tantas deportadas por Stalin, en su caso a Tokmok (Kirguistán) que debía estar de Karagandá a unos mil kilómetros. Como nació en 1961 supongo que los deportados fueron sus abuelos con hijos pequeños que luego serían sus padres. Ya tenemos dos repúblicas en las que hubo, y tal vez sigue habiendo, deportados alemanes-Kazajistán y Kirguistán, en las estepas de Asia Central. Además de los muchos que, como el marido de Eugenia Ginzburg-Antón Walter-aparecieron diseminados por otros asentamientos.

En septiembre de 1955 Nikita Jrushchov firmó un documento en el que se decía que el trato dado a los alemanes del Volga había sido totalmente infundado y amnistió a los sobrevivientes que quedaran en Rusia, pero ni les devolvió sus bienes ni tampoco ninguna compensación como víctimas. El 29 de agosto de 1964 un segundo decreto admitió la culpabilidad del gobierno soviético en la persecución de un pueblo inocente, pero eso, hasta la actualidad, no ha sido seguido por ningún tipo de restitución ni acciones compensatorias, de manera que este hecho es prácticamente desconocido tanto dentro como fuera de Rusia. Y la mayoría  ni siquiera habrá oído que alguna vez hubo alemanes en el Volga y, mucho menos, cuál fue su triste destino.

1945

Acabada la IIGM grandes contingentes de luchadores antisoviéticos: polacos, lituanos, rumanos o moldavos fueron enviados al GULAG, siendo la mayoría de ellos católicos. Su llegada cambió el régimen de los campos porque estos estaban antes dominados por los urkis-delincuentes comunes-que atemorizaban a los zeks-presos políticos-en su mayoría clérigos, campesinos y gente pacífica a los que robaban y mataban impunemente con el consentimiento de los guardas con los que repartían el botín. La llegada de estos combatientes hizo que los urkis quedaran en minoría y tuvieran que enfrentarse a luchadores experimentados lo que hizo imposible su dominio y propició levantamientos en algunos de esos campos que fueron aplastados sin piedad.

Memorial a los polacos muertos en el GULAG

Vida de los católicos deportados

La deportación se hizo sin tener en cuenta las necesidades religiosas de aquellas personas puesto que el régimen era ateo, de manera que los sacerdotes fueron diseminados también de tal forma que un grupo de católicos se encontrara sin ningún sacerdote y un sacerdote sin ningún católico. En esas circunstancias los sacerdotes polacos o alemanes de rito latino y los ucranianos, rumanos o moldavos de rito oriental tuvieron que aprender los dos ritos, por distintos que fueran, en previsión de los fieles con que pudieran encontrarse.

Es difícil saber qué tipo de práctica de los sacramentos era posible o cómo pudo resentirse la fe de estos esclavos del GULAG aunque se sabe que hubo sacerdotes entre ellos que trataron de hacer lo posible para mantener sus creencias y reavivarlas con éxito parcial, como puede suponerse, en condiciones tan duras.

Estos deportados a los campos, fueran solteros o casados, estuvieron solos ya que, en caso de enviar a los campos a una familia lo que se hizo normalmente fue deportar al marido a un campo, a la esposa a otro, a los hermanos también, de manera que no sabían nada los unos de los otros. A veces era posible que coincidieran en el mismo lugar dos hermanos, madre e hija, etc…pero era una situación muy poco estable ya que con frecuencia se les trasladaba de un lugar a otro por lo que Solzhenitsyn llamó con total acierto “Archipiélago GULAG” ya que los asentamientos moteaban como islas todo el territorio soviético.

Sin embargo, una vez de entrar en el sistema penitenciario, se conocía, tanto la nacionalidad o procedencia étnica del zek (prisionero) como su religión si éste la manifestaba y, con frecuencia, los relatos posteriores de Shálamov, Solzhenitsyn, Ginzburg y otros dan  testimonio de personas de distintas religiones. Así, por ejemplo, Solzhenitsyn, en su primer libro de “Archipiélago GULAG”, nombra a la Madre Catalina de Siena (Anna Abrikosova) fundadora de una orden dominica, Sierva de Dios, que murió de cáncer en la cárcel; Eugenia Ginzburg al muchacho de 17 años, pinche de cocina, que se presentó como alemán del Volga católico y le libró a ella de ser brutalmente violada; Shálamov a otro alemán del Volga que fue pastor protestante y a quién había denunciado su mujer. Las pinturas de Nikolai Getman, el pintor del GULAG, indican también que los zeks que enterraban a los muertos, o los depositaban sobre el permafrost, colocaban una cruz de madera, atada con dos palos sobre aquellos que eran cristianos. Y las tumbas abandonadas de los antiguos asentamientos están sembradas de cruces.

Por lo tanto dentro del sistema penitenciario parece que declararse creyente no constituía problema adicional alguno. Los prisioneros perdían su humanidad y cuáles fueran sus creencias o increencia ya no importaba porque estaban reducidos a la nada. Desde luego cualquier oficio o reunión de tipo religioso que se celebrara era impedido por los guardas si se denunciaba, pero a título particular se sabía este dato y solía tenerse en cuenta por los compañeros a la hora de enterrarlos con la mayor dignidad posible en aquella desolación.

Unos 200.000 sacerdotes murieron entre 1917 y 1985, la mayoría ortodoxos, pero es difícil establecer cuántos católicos hay dentro de esa cifra.

De los pocos sacerdotes católicos, o tal vez el único, que nos dejó un testimonio escrito fue el jesuita Walter J. Ciszek, norteamericano de origen polaco, que estuvo en el GULAG de 1940 a 1963 y escribió el libro “Caminando por Valles oscuros”.

Sierva de Dios Anna Abrikosova (Madre Catalina de Siena)

Hubo otro tipo de deportación de familias a lugares inhóspitos con la intención de poblar y crear aldeas o ciudades en lugares donde no las había, una especie de política de fronteras para que las inmensas estepas no ofrecieran tan fácil acceso a sus enemigos a los territorios alejados de las repúblicas más pobladas, como sería el caso de China o Japón con los que la URSS tenía fronteras. El transiberiano, que iba de Moscú a Vladivostok, en el Mar del Japón, era la línea de ferrocarril más larga del mundo con 9.288 km y la única posibilidad de unión entre las repúblicas europeas y las asiáticas. El recorrido de este tren transcurría prácticamente en plena naturaleza salvaje y urgía poblar parte de las grandes estepas más allá de los Urales que son la divisoria entre los dos continentes.

Como resultado de esa política se deportaron familias enteras a las repúblicas más despobladas, estando éstas cercanas a algún asentamiento militar o campo de prisioneros, pero fuera de las alambradas que rodeaban los campos.

Para estas familias la iglesia fue preferentemente doméstica tomando un protagonismo especial las mujeres que se encargaban de mantener viva la Fe, leer la Biblia-si podían conseguir alguna o no hubiera sido requisada-o, en su defecto, transmitir los Evangelios oralmente según la Tradición y de memoria. Para estas familias, a menudo sin ningún tipo de culto durante años, la llegada de algún sacerdote itinerante era un acontecimiento ya que éste tenía que pasar horas oyendo confesiones, celebrando misas, bautizando y casando.

Monseñor Schneider habla de las “mujeres eucarísticas” que eran aquellas encargadas de recibir y guardar las Formas Consagradas que el sacerdote itinerante dejaba, con instrucciones precisas para su administración, cuando se marchaba a otro lugar. Uno de estos sacerdotes fue el Padre Alexis Saritski, sacerdote greco-católico ucraniano birritualista que fue mártir años después en Karagandá (+30-10-1963). El Padre Alexis ha sido beatificado por la Iglesia Católica pero no hay demasiada información sobre él en la red aparte del testimonio de Monseñor Schneider cuya madre, María, le conoció personalmente y le ayudó a esconderse en una ocasión por estar constantemente perseguido.

Beato Alexis Saritski

Estamos, pues, ante un anonimato total de esas familias y esos sacerdotes y quizás nunca lleguemos a conocer sus nombres y su enorme sacrificio. Tampoco ayuda nada el silencio que cubre a ese periodo de la historia que el actual gobierno ruso no quiere difundir. Solo conozco una asociación no gubernamental, la “Asociación Memorial” (“Sociedad Internacional Histórica, Educativa, de Derechos Humanos y de Beneficencia”) que parece fue fundada en 1980 bajo los auspicios de Andrei Sájarov Gracias a ella se pueden ver en algunos canales de televisión una serie de tres capítulos sobre la Historia del GULAG, así como el mapa de estos asentamientos en la Wikipedia:

 https://gl.wikipedia.org/wiki/Gulag#/media/Ficheiro:Gulag_Location_Map.svg

En estos momentos tenemos otra iglesia, la Iglesia China, que puede estar pasando por estas mismas vicisitudes y que no debemos olvidar jamás. Si sobre lo pasado en el S. XX en la URSS tenemos pocos datos lo que pueden estar pasando en estos mismos momentos los católicos chinos es igualmente desconocido.

No nos engañemos por la errónea creencia de que hoy lo sabemos todo, hay muchos aspectos en el pasado y en el presente sobre los que no tenemos más que informaciones imprecisas, casi siempre a través de esforzados y anónimos informadores.

 

Mª Jesús Echevarria


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7 comentarios sobre “Católicos en el Sistema Penitenciario del GULAG

  • el enero 7, 2021 a las 11:14 am
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    El odio y la maldad después de esta vida, se continúan eternamente en el infierno. Pobres hombres que no saben lo que hacen… Que Dios nos de la fortaleza para perseverar hasta el final, venga lo que venga. Y por todas las víctimas del odio a Cristo, Nuestro Señor hoy en cualquier parte del mundo, nuestras oraciones en la Comunión de los Santos. Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María Madre de Dios y nuestra, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén (Gracias por el artículo, pues saber la verdad nos hace libres)

  • el enero 7, 2021 a las 11:47 am
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    Escuchar estas historias de las que alguna referencia tiene uno por alguna literatura, da para pensar lo regalada que es la vida de uno frente a lo que le ha tocado sufrir a otras personas.
    Lo malo del asunto es que en estos tiempos se vislumbran nubes grises y negras que pueden llevar a repetir estos sucesos.

  • el enero 7, 2021 a las 12:45 pm
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    Excelente artículo. ¡Muchas gracias!

  • el enero 7, 2021 a las 5:08 pm
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    Sangra de mártires que dan gloria a nuestra amada y nunca bien poderada Iglesia Católica.
    Da un poquito de vergüenza, nuestra comodidad frente a tantos sacrificios de hnos ignorados por la historia, pero nunca por Dios Padre.
    Gracias por desasnarnos, hay tanto que aprender…alabado sea nuestro Señor Jesucristo…🙏🙏

  • el enero 8, 2021 a las 5:36 pm
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    El libro de Walter C. «CAMINANDO POR VALLES OSCUROS» Es una joya, tiene unas reflexiones profundas y sencillas, y su vida es tan humana que ayuda a quienes lo lean esté en la situación que esté.
    Gracias por la reflexión!
    Shalom, Conchi

  • el enero 9, 2021 a las 7:39 pm
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    Agradezco profundamente este artículo sobre los «Católicos en el sistema penitenciario…… Historia terrible, a la cual uno, desde su propio «mundo» pequeño y seguro, por ahora, no puede comprender. Cómo subsistir en medio de tanta ferocidad inconcebible de parte de seres humanos. Son , efectivamente, retazos de historia universal, que , por lo general, se desconoce. Esos sufrimientos que terminaban en muertes, y eran precedidos por feroces martirios. Si bien, soy católica práctica, (para mí la única Iglesia de Cristo es la Católica Apostólica Romana), no dejo de admirar cómo esa gente brutalmente agredida no eran siempre católicos. Sin embargo, entreveo, que habrá existido un acercamiento fruto del dolor. Y, eso, es auténticamente cristiano. Bendiciones.

Comentarios cerrados.

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