Sacheri y Santo Tomás. Por Héctor Hernández

Conferencia en la Casa Madre Mater Dei, San Luis, el 25 de enero de 2017 a las 18 horas, antes de venerar la sábana impregnada con la sangre de Carlos Alberto Sacheri.

Héctor H. Hernández

SÍNTESIS  

Dado que hay un contenido cognitivo determinado en la fe católica, que supone verdades naturales, la Iglesia recomienda seguir los principios del pensamiento de Santo Tomás en filosofía. En el trabajo se rechaza “lo que no significa” esta orientación (ni el “chantotomismo” ni el encasillamiento ciego y servil, ni un exclusivismo) y por otro lado lo que ella sí, efectivamente, significa. Acudir a un pensador efervescente,  innovante a la vez que conservador de lo mejor de una tradición, cultivador de la “disputatio”,  seguidor de la doctrina y costumbres de la Iglesia, y que a la vez tuvo un éxito reconocido por la vereda de enfrente.

Un digno discípulo de Tomás descolló en la crítica a Maritain y fue a su vez el maestro de Sacheri: el Padre Julio Meinvielle.

Sacheri fue un tomista “intrinsecista”, esencial, y no “declamativo”, que reactivó la Sociedad Tomista Argentina y murió siendo su secretario.

El autor de la principal obra católica del siglo XX, caracterizada precisamente por su tomismo, dijo que aprendió de nuestro héroe el tomismo como bandera para el Seminario de Paraná.

SUMARIO

SACHERI Y SANTO TOMÁS

 

1. El elemento cognitivo en el católico.

2. ¿Por qué meternos con la filosofía?

3. Tres razones para ampararse en una filosofía

4. Los principios de Santo Tomás

5. Que no significa la consagración de la doctrina tomasiana

6. Es seguro

7. Recomienda un pensamiento efervescente

7. “Hasta el pelo más delgao…”

8. “Maestro de libertad”

9.. Recomienda al maestro de la disputatio

10. Un autor exitoso

11. Sacheri y los cursos sobre la Suma

12. El discípulo de Meinvielle

13. La Doctrina Social de la Iglesia

14. El tomismo como bandera que Sáenz aprendió de Sacheri

15. Filosofía e Historia de las ideas filosóficas

16. Su muerte

 

1. El elemento cognitivo en el católico.  

         El Papa San Pío XI en el Catecismo mayor, enseña que para ser verdadero cristiano hacen falta tres cosas: 1) estar bautizado; 2) creer y profesar la doctrina cristiana; 3)  y obedecer a los legítimos Pastores de la Iglesia (nro. 3).

            Ahora bien, se cree por la fe. Y –enseña San Pablo- “la fe es por la predicación”. El mandato de Nuestro Señor a la Iglesia es “Id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado”  (Mateo, 28,19). Y “el que crea se salvará…”.  

            Pero, ¿“creer” significa “creer en algo concreto distinto de otras creencias” o más bien significa “creer” en cualquier cosa?

            Supongamos que nosotros somos los obispos y obispas de la Iglesia primitiva (por un momento admitamos la hipótesis…) y mandamos a la gente a predicar y nuestros enviados regresan con que alguno de su auditorio le contestó que debemos creer en Dios, y que Dios está en todas partes y en cada uno de nosotros, entonces creer en Dios es creer en el hombre, que Dios es cada uno de nosotros y que en realidad Dios no se distingue del hombre.     

            – ¿Qué le decimos? (Ojo, es una hipótesis … nosotros mandamos en la Iglesia, con mujeres y sin papa… esto es maquiavélico… pero didáctico…).

            ¿Y si alguien le contesta que la moral se reduce a un sentimiento de bondad y que cada uno en realidad no debe cumplir los mandamientos concretos y determinados y “físicos”, llamémosle, sino hacer lo que quiera según su gana pero con amor, que es un sentimiento?

            Si alguien le contesta a “nuestros enviados” que no se puede conocer el mundo exterior y entonces serrucha el piso a toda enseñanza sobre un Jesús real que en un tiempo real se encarnó de una persona la Santísima Virgen María, realísima …

            Si alguien le contesta que cada uno tiene su verdad o que la verdad depende del temperamento, de la posición económica, de la cultura, de la historia…? 

            Si alguno de nuestros enviados nos dice que no sabe por dónde empezar a predicar y que quiere un orden en la enseñanza …

2. ¿Por qué meternos con la filosofía?

            Entonces nosotros debemos hacer algo ¡por favor!, acudir a algo para… ¿para qué? Para cumplir el mandato de Nuestro Señor. … Pero, ¿acudir a qué?

            La Iglesia, desde los orígenes, como “según el aviso del Apóstol  ´por la filosofía y la vana falacia´ (Colosenses 2, 8) suelen ser engañadas las mentes de los fieles cristianos y es corrompida la sinceridad de la fe”,  ha promovido las verdaderas “ciencias” y que “las ciencias humanas se enseñasen en todas partes según la regla de la fe católica”, “especialmente la filosofía”.

            –Estoy leyendo la encíclica Aeterni Patris , del Papa León XIII, del 4-VIII-1879, que produjo un renacimiento extraordinario de los estudios tomistas en la Iglesia. (Colección completa de encíclicas pontificias, Colección Guadalupe, t. I, p. 231).

            Entonces lo que debemos hacer es dotar a la predicación de una sana filosofía…

            Por eso en esa encíclica se propone “establecer para los estudios filosóficos un método que, no sólo corresponda perfectamente al bien de la fe, sino que esté conforme con la misma dignidad de las ciencias humanas” (p. 231, 2da. Col.).  Son los “auxilios naturales” que recibe la fe.

            La filosofía puede “allanar y facilitar de algún modo el camino de la verdadera fe y preparar convenientemente los ánimos a recibir la revelación”, por lo que San Clemente de Alejandría le llamaba “previa institución a la fe cristiana”, Orígenes (le llamaba) “preludio y auxilio del cristianismo” y San Clemente de Alejandría “pedagoga del Evangelio” (sigo con Aeterni Patris, p. 232).

3. Tres razones para ampararse en una filosofía     

         Entonces, nosotros necesitamos unos fundamentos previos naturales, digamos una filosofía. ¿Para qué? – Para lo que acabamos de ver:

– Como preparatoria de la fe, con los preámbulos de la fe. Elementos de saber natural que están presupuestos en la fe y que facilitan su camino. “Con esto queda demostrada la credibilidad racional de la divina revelación” (Ramírez, Santiago, “Introducción general” a la Suma Teológica, “Autoridad doctrinal de Santo Tomás”, BAC, Madrid, 1964, p. 100);

– Como organizadora científica de “la ciencia de la fe”, esa ciencia llamada Teología, que es la ciencia principal de todas las que hay. La filosofía, entonces, “ayuda a recoger y ordenar las muchas y diversas partes de la revelación y de la tradición en un cuerpo orgánico de doctrina, estableciendo sus principios, deduciendo sus conclusiones y confirmándolo todo con argumentos adecuados e incontestables”, sigue Ramírez (cit., p. 100). La Teología es lo que permite el catecismo pequeño sintético y orgánico;

– Como elemento defensor contra los ataques a la fe. Porque, así como los enemigos “suelen abusar de la filosofía para atacar a nuestra fe, así nosotros debemos usar de ella para descubrir sus asechanzas y rebatir sus embates” (Ramírez, cit., p. 101).

            Sacheri  en El orden natural, explicando el contenido del Magisterio, señala que en muchos casos el mismo

“no hace sino ratificar con su autoridad las certezas naturales. ´No matar´, ´No robar¨, etc. son verdades naturalmente accesibles a todos los hombres, creyentes o no”.

Pero la Iglesia las ratifica para facilitar su conocimiento y aplicación, dado que el pecado original ha debilitado el poder de nuestro entendimiento y de nuestra voluntad” (ed. 1975, p. 11).

5. Los principios de Santo Tomás

         Y la Iglesia ha recomendado vivamente la doctrina de Santo Tomás de Aquino. Por de pronto, la “candidatura” del Aquinate venía con la autoridad del mismo Nuestro Señor Jesucristo, que como es sabido, en el día de San Nicolás, el 6 de diciembre, se le apareció y le dijo “bien has escrito de mí Tomás”.

            Además, ya en el Concilio de Trento se había colocado la Suma Teológica  de nuestro patrono al lado de la Sagrada Escritura y de las normas de Derecho Canónico presidiendo las sesiones…

            Por otra parte, la humildad de Santo Tomás le llevaba a expresarse en forma muy impersonal, a usar muy pocas veces el “yo pienso” o “yo digo”. Y esa misma virtud que reconoce toda grandeza en los demás le hizo, como le aconsejaba al Hermano Tomás, no tener en cuenta quién lo dice sino la verdad que se dice. Por eso Cayetano pudo decir que de algún modo él en  su obra trasmite a todos los autores que estudió. 

            Si antes que él en la historia de la filosofía y de la cultura descuellan Aristóteles y San Agustín, pues digamos que él es el mejor discípulo de Aristóteles y él es el mejor discípulo de San Agustín.  Con lo que la recomendación de la Iglesia por Santo Tomás es una opción que de algún modo es por los tres y con ello de la mejor cultura occidental. No es un acto audaz ni original de la Iglesia, entonces, esta preferencia por nuestro patrono.

            Por eso se ha hablado de que no es un autor original, que se proponga la originalidad ni que luzca en él –como puede pasar legítimamente en San Agustín-  la afirmación de su persona. Aunque hay algunas “originalidades fuertes”, como toda la transfiguración de la doctrina de  Aristóteles y específicamente la doctrina del actus essendi. Como también se ha dicho, más bien su originalidad consistió en asumir lo mejor de todos los doctores.

            León XIII había hablado de un “método”. Y San Pío X, en Sacrorum antistitum, 1-IX-1910, quiso y mandó taxativamente que como fundamento de los estudios sagrados se ponga la filosofía escolástica, y principalmente la que enseñó Tomás de Aquino.

             Parece que algunos,  porque el santo papa no dijo seguirlo “únicamente” a él,  entendieron que se podía enseñar la “filosofía de cualesquiera de los doctores escolásticos, aunque fuera opuesta a los principios de Santo Tomás” (Motu Propio Doctoris Angelici, del 27-VII-1914). Pero en este último documento rechaza esta interpretación y se hace fuerte en los principios de Santo Tomás, y que éste debía ser la “principal guía”.

             Doctoris Angelici refutaba una vieja doctrina según la cual resulta “indiferente, para las verdades de la fe, lo que cada cual piense sobre las cosas creadas”, porque “un conocimiento erróneo” sobre la naturaleza de las cosas lleva a un falso conocimiento de Dios”.

             Pero aquellos principios ya habían sido descubiertos por los anteriores doctores de la Iglesia –dice Pío X-, sólo que él “desarrolló y acrecentó  toda esa cantidad de sabiduría recibida de los que le habían precedido, la empleó para presentar la doctrina sagrada a la mente humana, para ilustrarla y para darle firmeza”. Por eso “la Religión no puede consentir que se la desprecie”.

            De ahí que llegue a decir esto que es importantísimo: “los puntos más importantes de la filosofía de Santo Tomás, no deben ser considerados como algo opinable, que se pueda discutir, sino que son como los fundamentos en los que se asienta toda ciencia de lo natural y de lo divino”. En otro documento se lee que a la doctrina de Santo Tomás “la Iglesia la hizo suya” (Pío XI, Studiorum Ducem, 1923). Y si la Iglesia ha recomendado o aprobado otros doctores, “es porque se ha comprobado que está de acuerdo con los principios de Santo Tomás o que no los contradice en absoluto” (Doctoris Angelici de nuevo).

6. Que no significa la consagración de la doctrina tomasiana

         No excluyente. Desde luego que la recomendación de su doctrina no es excluyente de la de otros doctores. Desde la Santa Sede se han hecho elogios a importantes teólogos y filósofos, como San Buenaventura, San Agustín, San Jerónimo…

            “Es doctrina segura”. La recomendación implica ante todo que la Iglesia, como Madre y Maestra, le dice a sus hijos: “con éste no se van a equivocar”.

            “Apartarse de él es peligroso”.  Y también nos dice que apartarse de los principios y contenido substancial de Santo Tomás es ciertamente peligroso.

            “En cuanto coincidan”. Los demás doctores son recomendados en tanto en cuanto coincidan en lo substancial con él en los temas principales.

“Chantotomismo”. La Iglesia no recomienda que todo empiece y todo termine con Santo Tomás. Sería el tomismo servil, repetitivo, poco tomista.

No quiere enseñar esa mentalidad de los que nunca leyeron a Suárez o a Vitoria y los rechazan porque no son tomistas.

No quiere esa mentalidad que, dado que Santo Tomás no usó la palabra “valor” (en realidad parece que alguna vez la usó), me rechazan un librito, Valor y derecho, porque y sólo porque en eso no sería ortodoxo. (Si lo rechazan por otros motivos, no digo nada… pero porque use la palabreja “valor”…). Creen que hablar de “valor” es hablar de valor sin ser.

O los que rechazan hablar de “derecho subjetivo” porque eso vendría del protestantismo y Santo Tomás no la usó (aunque en realidad usó el concepto con otras palabras, por ejemplo “potestas”). Si Ud. admite como una acepción de “derecho” la conducta justa , y admite que ella está regulada por la norma, que es derecho análogamente, y Ud. me debe a mí 20 $, hay que poner alguna palabra para designar esa “situación de acreencia” que yo tengo respecto de Ud.. Puede ser “derecho subjetivo”, aunque el maestro no usó la palabra y aunque haya desviaciones doctrinarias sobre el derecho subjetivo.

Tampoco esto implica enseñar todo según el método puntual de la Suma Teológica…, tan usual entonces, tan rico y formador de cabezas incluso hoy, pero bueno…, no es obligatorio usarlo como tal …    

Aunque hay algo permanente de ese método, la buena dialéctica, que es insoslayable en la ciencia. Porque no se puede avanzar en el saber si no se plantea claramente cuál es el punto en debate, la “quaestio”: “el Utrum”. Luego hay que poner los argumentos que se nos exhiben a favor de una posición, presumiblemente contraria (“Videtur quod”). Luego una argumentación fuerte contra lo anterior (“Sed contra”). Luego la respuesta o determinatio, el desarrollo sistemático de la cuestión. Y luego la contestación a cada objeción (“ad 1um”, etc.). Algo de eso es necesario, insoslayable. (Estamos colocando aquí lo que sería el esquema de un artículo de la Suma, pero los artículos son la unidad problemática por lo que podemos llamarle “cuestión”. Si bien la “quaestio” en la Suma abarca varios artículos).

 “No debe ser punto de llegada”. Soaje enseñaba que para nosotros Tomás debía ser punto de partida, pero no punto de llegada. Lo que es un llamado a ser tomistas esenciales y hacer avanzar la ciencia, y requeriría algunas precisiones.

Él lo decía para la filosofía del derecho y la ética y cabría extenderlo a otros campos. Es difícil tomarlo sólo como punto de partida en el Tratado de la Trinidad… Pero ciertamente no hay que negarse a hacer un tratado de la Iglesia porque Santo Tomás no hizo un tratado De Ecclesia. O clausurar las posibilidades del tratado de la gracia con las pocas cuestiones que él le dedica.

Han transcurrido muchos siglos y mucha gente se ha roto el lomo estudiando cosas, incluso en especialidades que Santo Tomás no cultivó especialmente, como para que nosotros meramente vengamos, en el siglo XXI, a repetir a Santo Tomás. Por ejemplo en el campo del derecho, la política, la economía, la educación, el arte, la sociología… 

Hay nuevos problemas que hay que enfrentar; nuevas mentalidades que hay que considerar; nuevos errores y sofismas de qué ocuparse, y además hay mucho producido como para quedarnos repitiendo a Santo Tomás y litigando contra sus mismos adversarios. Volveremos al tema con una cita del Padre Alfredo Sáenz.

Santo Tomás no era tomista”.  Hace poco un exalumno me recordaba que alguna vez enseñé que “Santo Tomás no era tomista, era inteligente”.

Por de pronto no se le conoce haber utilizado expresiones como éstas: “En mi tratamiento del tema X me propongo desarrollar las ideas de Santo Tomás”. Él en su seguimiento tan puntual de Aristóteles, tanto que a veces puede parece demasiado, cuando ve que hay que apartarse de él con toda libertad se va por otro lado, sin ninguna alharaca, sin querer manifestar originalidad pero con firmeza.

            Esto de escribir un libro o dar una conferencia o hacer un trabajo y ya al principio decir que seguimos a Santo Tomás puede ser correcto; puede ser de honestidad intelectual, no lo discuto; puede ser adecuado si hablamos de Historia de la filosofía.

             Pero puede significar que no me animo a enfrentarme con la realidad tal cual es  (con las cosas o con la Revelación) y que pretendo ampararme en una autoridad. Cosa que en temas de filosofía, por ejemplo, puede no ser del todo científica.

            Puede implicar –como sucede a veces –  que le reconozco al adversario ateo o laicista o secularista que él es el que juega de local cuando se habla de ciencia y nosotros somos extraños a ella. Porque tal adversario, cuando habla, no dice “voy a hablar según tal escuela”,  y entonces pareciera que él habla de la cosa, dueño de la ciencia… y nosotros somos de afuera de la ciencia… – De ningún modo.  

            No ignorar el ambiente de nuestra lucha. En la lucha cultural hay que saber qué connotaciones tienen en el adversario y en la eventual platea las palabras que usamos. Si en un ambiente relativista, o ateo, o anticatólico o que cree en el dogma del progreso, yo empiezo diciendo que me voy a fundar en un fraile católico del siglo XIII, no puedo pretender avanzar mucho en el alma del hombre medio que me escucha y más bien quiere decir que de entrada estoy pidiendo, a lo sumo, un empate. Y defraudo también al católico que espera otro desempeño de mí, una defensa con triunfo posible de la verdad del “orden natural y cristiano” (la fórmula de Sacheri).

            ¿Hoy hay pluralismo cultural? A veces se da por supuesto (podría dar ejemplos) que en la época de Santo Tomás había uniformidad social general de opiniones y que en cambio hoy hay pluralismo cultural.  – Ni una cosa ni la otra; y tal tesis nos complica la tarea en la batalla cultural.

            Recuérdese, en cuanto a lo primero, toda la efervescencia que hubo en la Edad Media, incluso contra Santo Tomás y las condenas a él por su introducción de Aristóteles.

            Y, en cuanto a lo de hoy, acusen Uds. a cualquier persona de ladrón para ver cómo reacciona, porque efectivamente sabe lo que es ser ladrón, y que eso es malo, y que eso lo desacredita. – No se enoje mi enemiguito; ¿no era que había pluralismo cultural?

            Saber cuáles son las “divisorias de aguas”. En el campo del derecho, por ejemplo, hay gente que cree que la divisoria principal de aguas en el debate cultural jurídico contemporáneo es iusnaturalismo-iuspositivismo; cree que el iusnaturalismo se aplicó en la Edad Media y nunca más; cree que para aceptar el iusnaturalismo hay que aceptar primero la metafísica tomista… En una palabra, no saben lo que es el derecho natural y de ese modo no pueden entrar en diálogo con el mundo jurídico.

            Porque si el derecho natural está inscripto en el corazón de todos los hombres, también está inscripto en el corazón del “hombre moderno”, y no es algo que está inscripto sólo en la cabecita de los metafísicos tomistas. Por eso nosotros solemos decir que en la vida político-jurídica “todos son iusnaturalistas”; los hombres no pueden renunciar a ciertos principios de justicia que anidan en su corazón y de hecho no renuncian a ellos. Principios que están por sobre los mandatos del poderoso o la legislación positiva. (Porque el positivismo consagra como derecho la voluntad del poderoso). Otra cosa es el verdadero iusnaturalismo).

Por eso decimos que la verdadera divisoria de aguas pasa por Estados tradicionales-mundialismo; orden natural y cristiano, liberalismo y socialismo; cultura de la vida-cultura de la muerte;  natural politicidad-artificial politicidad; penalismo con penas-garantoabolicionismo…

            En ese sentido el trabajo de Camilo Tale sobre fines de la pena es muy interesante porque él, sin presentarse como tomista, analiza los citados fines en los principales autores de toda la historia de la filosofía y critica sus posiciones apelando sobre todo al sentido común y a las convicciones generales del auditorio jurídico y, al final hace “la gran apología de Tomás”. Dice, como quien no quiere la cosa, que el autor que, aunque no sistemáticamente, consideró más fines de la pena fue… pues Santo Tomás de Aquino…

No era papólatra ni “obediencialista”.  En una época se desarrolló cierta idea –bien recurrente al hilo de la influencia que siempre tiene el poder, también obviamente el que se desarrolla en la Iglesia- de que todo lo que dice el Papa es última palabra, extendiendo su infalibilidad, o el respeto debido a su figura, a los elementos doctrinales que suele expresar en sus manifestaciones.

            Quizá porque no era habitual esta mentalidad en su época, y sin dudas por su indudable seguridad doctrinal, que sabe distinguir jerárquicamente las fuentes de la Revelación y la recta interpretación teológica, vean cómo resuelve una cuestión dejando de lado la opinión de un papa.

            Hablando de la Eucaristía, se plantea si ésta que ahora menciono es la forma del Sacramento: “Éste es mi cuerpo”, y “éste es el cáliz de mi sangre”,  y el “ad primum”, es decir la primera respuesta después de haber ya resuelto la cosa en el cuerpo del artículo, dice así:

“Algunos dijeron que Cristo, por su potestad de excelencia, consagró el sacramento sin utilizar ninguna palabra, y que después profirió las palabras con las que otros habían de consagrar. Y esto parece afirmar Inocencio III… [Ojo que es un papa] (Pero) En contra de esto está   expresamente lo que se lee en el Evangelio, donde se dice que Cristo ´bendijo´, y esa bendición se hizo con palabras” (3, 78,1, ad 1um).

             – Pero jefe, ¿el papa no es el Papa?, nos preguntamos nosotros y le preguntamos… Veamos cómo nos contesta inmediatamente: “Las palabras de Inocencio fueron dichas opinando más que determinando” (“Unde preadicta verba Innocentii sunt opinative magis dicta quam determinative”). Y punto.

             Añado que él se había apoyado antes en la autoridad de San Ambrosio en el Sed Contra, que no es poca cosa…

La autoridad de la Iglesia.  A la vez es notable cómo un autor con tanto vuelo doctrinal se remite obedientemente como última palabra a la voz de la Iglesia, o a la mera práctica litúrgica de la Iglesia (“lex orandi, lex credendi”). En una cuestión a la que le da mucho desarrollo, la de la fórmula de la consagración del vino, pues pone nada menos que 9 objeciones (generalmente son 3 o 4), como Sed Contra hay esto solamente: “Por otra parte, la Iglesia, instruida por los apóstoles, usa esa forma en la consagración del vino”.  Y punto (3, 78,3, Sed Contra).

De la misma manera sucede cuando se cuestiona si cuando por milagro aparece en el sacramento carne o un niño, en verdad está allí el cuerpo de Cristo (3, 76, 8). – ¿Con qué se va a salir Santo Tomás?, – me pregunté cuando leí el Utrum  y los Videtur. Fíjense que veníamos transitando por una autopista “muy metafísica”, donde hay que exprimirse las neuronas con las nociones de substancia, accidente, clases de accidente, naturaleza, causa eficiente y causa sacramental, los verbos y sus tiempos, la distinción entre naturaleza y término, análisis de las partes de las oraciones, del pronombre y las conjunciones, y en cualquier momento puede aparecer que “esto es un milagro”… y te quedás colgado del pincel…

Pero el Sed Contra dice, en definitiva, que (la Iglesia) tributa a ese objeto (disculpen el uso de esta palabra refiriéndome al Señor) la misma reverencia que se tributaba antes, lo que no se haría si realmente no estuviese allí Cristo…. “La Iglesia hace así”, y punto.

La autoridad del hecho (3, 77,6, SC). En otro lugar se pregunta si las especies sacramentales pueden alimentar. Después de leer “los Videtur” yo me empecé a preguntar de nuevo: ¿con qué se va a salir Santo Tomás?  Se trataba de algo que menciona y critica San Pablo, 1 Cor. 11, 21: que en la Iglesia primitiva algunos, en vez de participar los bienes con los demás cada uno tomaba para sí, a veces se hartaban y se emborrachaban, tratándose de especies consagradas. Pero él dice simplemente: “no sucedería esto (alimentarse y emborracharse) si las especies sacramentales no nutrieran. Luego nutren” (SC, final). – Y chau…

Opera como si fuera un científico positivista que se atiene al hecho…

La Iglesia no recomienda “un sistema”. La Iglesia no recomienda “el sistema tomista”, porque no hay un sistema tomista. Santo Tomás no es Kant ni Hegel. Nosotros a veces queremos partir de las palabras que dice Santo Tomás olvidando que él estaba, no frente a las ideas de su cabeza o a las palabras, sino a las cosas de la realidad, la Revelación y la Tradición, Dios… y usaba las palabras que encontraba más a propósito para designar lo que iba viendo.

Utiliza principios verdaderos y sólidamente va construyendo,  haciendo experiencia de la realidad y atendiendo a la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio. Pero lo hace con una gran flexibilidad en el uso de los términos. A veces en él “materia” significa una cosa, a veces otra…

A veces concede al uso vulgar de las palabras, y por ejemplo, contradiciendo al “sistema” tomista,  habla de leyes injustas…  Un profesor “chantotomista” podría bochar a un alumno que le hable de “leyes injustas”, porque la razón de la ley es su justicia… Si es así también lo bocharía al maestro…

No recomienda un espíritu geométrico. Santo Tomás tiene una gran comprensión psicológica del hombre, lo que se revela en algún lugar que siempre me llamó la atención. En el Tratado de la compraventa dice que es obligación moral del vendedor avisarle al comprador de los vicios ocultos  que tiene la cosa vendida. Uno diría que la honestidad moral militante blindada llevaría a decir: “hay que decirle todo al vendedor o pecás fuerte”, pero no. Él dice que si uno le vende a otro un caballo al que le falta un ojo y se lo dice, el comprador va a creer que hay en el equino otro defecto, oculto, que precisamente le está ocultando:

“no está obligado a descubrir el vicio de la cosa, porque acaso el comprador querría que por tal defecto le hiciese una rebaja mayor de la debida. De ahí que el vendedor pueda lícitamente velar por su interés, callando el vicio de la cosa” cuando es visible (2-2, 77,3, c. final).

Y en el ad 1um:

“Si los defectos de una cosa puesta en venta son ocultos, y no los revela el vendedor, el comprador no puede formar juicio exacto sobre ella. Ocurirrá lo contrario si los vicios son manifiestos”. Y en el ad 2um: “no es menester que se haga publicar por un pregón el vicio de la cosa que se pone en venta; porque , si así se publicasen los defectos, se alejaría a los compradores y quedarían ignorantes de las otras cualidades de la cosa por la que ésta es buen y útil”…

Es decir que para que se dé a cada uno lo suyo, el vendedor cumple denunciando los defectos que no se ven…

7. Es seguro

          La Iglesia no nos dice, pues, “nos identificamos con todo lo que Santo Tomás dice”, sino nos aconseja, como Madre y Maestra, más o menos así: “Es seguro. El que lo sigue no le va a errar”.

          Y también nos dice, como ya vimos, que contradecirlo a ST es muy peligroso.

 8. Recomienda un pensamiento efervescente

La recomendación de la Iglesia no es la de un pensador estereotipado, sino la de un trabajador intelectual efervescente. Señala Ramírez que Tomás nunca se cita a sí mismo; y que cuando debe volver a un tema ya tratado por él con la nueva oportunidad despliega nuevas virtualidades.

A la vez, la Iglesia nos recomienda a alguien que hizo la revolución de recuperar a Aristóteles, y de darle tanto valor al mismo que más de la mitad de su obra consistió en comentarlo… [tengan esto bien presente] … a Aristóteles, el pagano. Él daba mucha importancia, para la fe, a la sabiduría natural del griego.

De modo que, para el que le dé el cuero, le aconseja seguirlo en todo lo que se pueda… podría ser que también en algunas innovaciones… Pero vayamos al mar por los arroyuelos… nos dice él  también…

9. “Hasta el pelo más delgao…”

La recomendación que la Iglesia hace de Tomás no nos debe hacer pensar que, después de él, no tenemos nada que hacer en el mundo de la cultura. Por de pronto, y en línea de mínima, recordemos la frase del Martín Fierro sobre que el ínfimo pelo “hace su sombra en el suelo”. Todos y cada uno de los intelectuales tomistas tenemos un puesto en la batalla cultural. Y en la medida en que tenemos cierta capacidad no podemos limitarnos a ser espectadores ni repetidores.

No podemos limitarnos a “hacer conferencias para los que vienen de afuera, aplaudirlos, y después pensar a quién vamos a traer de Buenos Aires”. Tenemos que librar nuestra batalla desde nuestro lugarcito. Y, en cuanto podamos, escribir. Avanzar. La lucha cultural es ardua, y todos podemos tener un puesto en ella. ¡Puedo darles trabajo eh! – Se empieza haciendo recensiones… porque lo que el intelectual católico escribe es ignorado por los enemigos… que le hacen la conspiración del silencio… pero también por los amigos, que no son solidarios dándolo a conocer. Y un medio, bueno, son las recensiones, dar a conocer por escrito un libro…

 10. “Maestro de libertad”

Una vez leí  en el Padre Fabro que el maestro es maestro de libertad, y de entrada me pareció que era una concesión del filósofo al liberalismo, pero después me di cuenta… La libertad es el dominio del propio acto. Y cuando el maestro enseña al discípulo a ver la realidad y ver los principios, como eso es tan connatural al hombre el discípulo luego los usa con espontaneidad, hasta se cree que él los descubrió, los utiliza con facilidad, saca conclusiones y le cuesta, a lo mejor, reconocer al maestro que se lo hizo ver.

Yo iba a una peña musical y una vez uno se sentó al piano, tocó una pieza folklórica y después preguntó: “¿es mía?” Porque tenía miedo de estar copiándose de Chazarreta o de Falú o de… Y eso a veces nos pasa cuando nos metemos adentro de la cabeza un modo serio de pensar que nos vino de… los maestros…

En ese sentido yo aprendí mucho de los 14 seminarios que di de Introducción a Santo Tomás (fíjense que dije que “yo” y que “aprendí” y que “di” los seminarios… nada del modo impersonal de nuestro patrono), porque me propuse explicar partes de sus textos sobre todo en la filosofía ético-político-jurídica y muchas veces me encontré después como “aplicando” a todas las cosas los principios, los hábitos, los recursos, que había aprendido duramente en Santo Tomás, como si los hubiera encontrado yo solo por mí mismo.

Y esto, sobre todo en la dialéctica jurídica, te hace sentir superior… Me acuerdo que cuando joven yo jugaba al básquet y nos hacían practicar cargados con mochila de arena… Si uno saltaba 10, cuando iba con la bolsa saltaba 7, pero cuando te sacaban la bolsa, por la fuerza muscular que ibas desarrollando, saltabas 15. Utilizando el hábito que te deja un maestro que vive distinguiendo a veces con grandísima sutileza, te resulta facilísimo destrozar muchos argumentos torpes ensayados en el foro. O en las discusiones públicas… donde a veces se ensayan discursos de café…

En ese sentido, dije que yo aprendí mucho con los cursos de Introducción a Santo Tomás.  – Pero, dirán ustgedes: ¿y cómo les fue a los participantes? Bueno, cuando me encontraba con algún chico en Rosario o en San Nicolás  con alguna ilusión les preguntaba…

– ¿Qué te quedó del Seminario ST?  – “Rezar la oración de Santo Tomás para antes del estudio. La rezo siempre…”, fue una respuesta nicoleña…  – No me negarán que no es un mal resultado… pero no me esperaba eso…

Otra vez lo encaré a un chico que durante los seis años de la carrera de abogacía (eran 6 entonces) había hecho todos los años el seminario, y le propuse que se “adjuntara” a la cátedra y o a los futuro seminarios. – No Doctor, me voy a dedicar al Derecho Administrativo, con Santo Tomás no voy a ganar plata…; fue su respuesta… Desmiento terminantemente haber intentado suicidarme…

11. Recomienda al maestro de la disputatio

Una cosa que se aprende con Santo Tomás es “la dialéctica tomasiana”. Que es dialogar correctamente, disputar, argumentar. No decir cualquier cosa aunque rime o aunque haya palabras parecidas. Vean Uds. qué hermosas rimas les voy a leer:

“Espuma de leche hervida

Cuatro ruedas tiene el coche

El sol no alumbra de noche

Pobre mi madre querida”…

 –  Pega pero… ¿qué tiene que ver?

Santo Tomás tenía gran aprecio por la disputatio, y es extraordinario el número de las más complicadas de ellas, las de quodlibet, es decir donde se discutía el tema que saliera… los profesores le escapaban… algunos tenían una en toda su carrera… Se conocen publicadas de él por lo menos 12.

Vean lo que decía invitando a la discusión:

“Si alguno quiere objetar contra mi demostración – enseñaba- me alegraré muchísimo. Pues no hay mejor manera de descubrir la verdad que enfrentar las objeciones”.

“Así como en los juicios nadie puede juzgar sin oír las razones de cada una de las partes, – decía en otro lugar-  así también quien quiera aprender la filosofía estará mejor para juzgar si oye todas las razones de sus adversarios”.

            Nosotros padecemos en los programas de TV una crisis tremenda de rigor en los diálogos. Periodistas que invitan a alguien que sabe algo de un tema, éste empieza a argumentar y lo cortan en cualquier momento sin dejarle terminar el discurso. Y, cuando lo dejan desarrollar, le contesta cualquiera con cualquier cosa… y la cuestión queda sepultada por otra… Nadie le hace ver que no contestó el argumento. Nadie le dice que se basa en una premisa falsa…

             ¿Que padecemos en los medios de comunicación? – Lo padecemos en la Universidad. Nadie quiere ni sabe dialogar, nadie quiere discutir. Las facultades son un repetidero de slogans… La cultura se suele limitar a dar conferencias, aplaudir al amigo y boicotear a los otros, pero no dialogar.

            Esto se ve claramente en las discusiones que hay hoy en la política argentina…

12. Un autor exitoso 

            Por lo demás, la Iglesia nos recomienda a un maestro destacadísimo reconocido por los propios adversarios. Como muestra les doy un caso del derecho. Rudolf Ihering fue un jurista famosísimo, que pasó a la historia del derecho como elaborador de la teoría del fin en el derecho.

         Pues bien,  W. Hohoff le hizo una recensión a su obra diciéndole que lo que él decía ya estaba en Santo Tomás.  ¿Qué hizo entonces Ihering en la segunda edición de su misma obra? Pues dijo que de haber leído antes a Santo Tomás quizá no hubiera escrito lo que escribió. Leámoslo porque denota un autor honesto y la importancia del intelectual que la Iglesia nos recomienda:

  Hohoff  “me hizo ver por las citas de Santo Tomás que este profundo pensador había reconocido el momento realista, práctico y social, así como el histórico de lo moral, con exactitud perfecta. No puedo evadir el reproche que por mi desconocimiento me hace, pero con gravedad incomparablemente mayor pesa esta crítica sobre los filósofos y teólogos protestantes modernos que han dejado de tener en cuenta la gran importancia de la doctrina de Tomás de Aquino. Y me pregunto admirado: ¿Cómo fue posible que tales verdades, una vez expuestas, cayesen en el más completo olvido para nuestra ciencia protestante? ¡Cuántos errores se hubiera ésta evitado si las hubiese tenido en consideración! […] Por mi parte, yo quizá no habría escrito todo mi libro de haberlas conocido”. ( cfr. CATHREIN, Víctor, Filosofía del derecho, 6ta. ed., trad. Jardón-Barja, Reus, Madrid, 1950, p. 9)

13. Sacheri y los cursos sobre la Suma

         Sacheri tuvo como principal educación universitaria seguir puntualmente la lectura de la Suma dirigida por el Padre Julio Meinvielle. Me contaron para mi libro que éste primero leía las objeciones y entonces instaba a todos a contestar, a ensayar, a equivocarse… ¿Cómo contestarían ustedes?

            ¡Qué dialéctico temible el discípulo de Santo Tomás Padre Julio Meinvielle!  El libro que escribió sobre la concepción de la persona humana en Jacques Maritain es un modelo de pensamiento crítico científico… ¡Notable!

            No sale meramente al cruce diciendo “Maritain se equivoca, es malo, luego no lo sigan”, o “Maritain discrepa de Santo Tomás”, no. “Maritain dice esto. Pero esto a su vez implica esto. Y aunque no lo diga, está enseñando esto. Y aquí se contradice. Y aunque haya criticado a Kant lo suyo es kantiano. Y aunque no sea ateo esta conclusión es atea… la persona erigida en Dios…”.

            No es lo mismo decir: a) esto no es así; b) que decir: “Ud. se contradice con lo que dijo”; que decir: c) lo que Ud. dijo tiene tal presupuesto, que es indefendible porque… ; d) lo que Ud. dijo tiene tales consecuencias… que son indefendibles porque… y si Ud. sostiene esto debe sostener aquel presupuesto y esta consecuencia…

            La exigencia dialéctica supone, además, reconstruir con verdad el pensamiento que se ha de criticar, cosa que a veces no es sencilla, porque los autores no suelen exponer con univocidad sus posiciones. Para dar un ejemplo, cuando uno va a exponer el pensamiento de autores de la vereda de enfrente en materia política, por ejemplo Rousseau o Maquiavello, no todo lo que dicen es rousseauniano o maquiavélico. Suelen estar llenos de pensamiento clásico.

            Y dando un curso sobre Santo Tomás uno aprende, por ejemplo, a ver si él se detuvo poco o mucho en la respuesta. (Hay que tener en cuenta que él dictaba varios libros, de temas variados, a la vez, a distintos amanuenses… les dictaba largo… los tipos tenían mucha memoria… y él también… y cuando terminaba con el tercero, había que retomar con el argumento X en tal parte del primero… Yo di el sábado y el domingo sendas conferencias en San Rafael y con ésta que doy ahora son tres… y las tengo escritas… y a veces me las mezclo… ¿qué sería estar dictando tres libros a la vez?… ). Entonces a veces Santo Tomás contesta brevísimo, por sí o por no al Utrum. A veces en las respuestas ensaya la solución cortita. A veces, con el uso de una distinción, proyecta todo un mundo nuevo en el tema. A veces a uno le parece que no contesta…

14. El discípulo de Meinvielle 

          El tomismo de Sacheri era un tomismo esencial, intrinsecista, que se le notaba naturalmente sin que lo publicitara. Él, como Santo Tomás con los autores de su época, estaba muy informado, por ejemplo, del idealismo italiano y de todas las corrientes de la filosofía. (El elemento cognitivo, la sabiduría sacheriana).

             El P. Meinvielle le dijo a Soaje, mirando a Sacheri: “Vea Ud. las maravillas que hace el tomismo en quien se deja conducir por él”.

         En mi libro he recogido testimonios de que Carlos era un dialogador incansable. Iba a hablar a cualquier lado, a cualquier auditorio por variado que fuese y en cualquier auditorio se desempeñaba con éxito. “Todos lo entendían”, como a “los apóstoles en Pentecostés”, me dijo Alcides Rossi Querin, en uno de los testimonios más preclaros que obtuve. (La capacidad para adecuarse al auditorio; la claridad sacheriana).

            El P. Grasset me dijo que no se enojaba nunca, y que entonces era un enemigo peligrosísimo. El Dr. Maqueda me contó que daba clases a centenares de personas en la Facultad de Derecho y que, en cuanto un alumno amagaba con decir algo, le daba la palabra, lo escuchaba atentamente. Nada del tipo blindado en su posición. Y después rebatía. Lara Peña habló de que rebatía “con la fuerza de una aplanadora”.

            Hemos aprendido de Sacheri que gran parte de su fuerza de testimonio y convicción partía de la fuerza de su caridad esplendente. Era como la encarnación de la caridad… Eso le daba altísimo valor de convicción a su doctrina, acrisolada en el estudio de Santo Tomás y de la filosofía divergente, a pesar de su juventud (lo mataron a los 41 años)… (La Caridad sacheriana).

            “Para que viendo vuestras buenas obras alaben al Padre, que está en los cielos” (Mateo, 5).

15. La Doctrina Social de la Iglesia

         Dada su mente sistemática, orgánica, tomista, pudo escribir un libro de Doctrina Social de la Iglesia que salió como 50 artículos periodísticos en La Nueva provincia  y que, reeditado una y otra vez sin modificaciones, no pierde actualidad y se sigue vendiendo después de 40 años, porque va a lo esencial, y lo esencial no puede cambiar.

            Esto supone que ella no es un regadero de citas de lo que dijeron los pontífices, como suele suceder. Si es una ciencia (o parte de una ciencia), tendrá principios, tendrá conclusiones,  y habrá elementos inmutables. 

            En la lectura del magisterio hay que inteligir lo que es doctrina esencial de lo que no lo es.  Los principios y las derivaciones o aplicaciones de los principios.

            El brevísimo capítulo  6 de El Orden natural es un modelo en el sentido de cómo interpretar el magisterio pontificio en doctrina social. Y al final pone: hay que “aclarar el texto a la luz de la teología y de la filosofía”. Es allí donde recuerda “el lugar eminente que tiene en la Iglesia la doctrina de Santo Tomás de Aquino, único Doctor Universal, pues en sus obras hallamos el más firme fundamento filosófico y teológico de toda buena formación religiosa”.

16. El tomismo como bandera que Sáenz aprendió de Sacheri

          Voy a decir algo muy importante sobre el testigo que paso a citar. En primer lugar, pienso y lo he escrito, que el Seminario de Paraná (época Tortolo, antes de Monseñor Karlic), es la obra más importante, por lo que podemos conocer, de la Iglesia Católica en la Argentina en el siglo XX. Y mérito no menor del mismo fue su tomismo innegociable.

            Y en segundo lugar, entiendo que su causa principal fue el P. Sáenz.

            Pues bien, ¿qué nos dice el P. Sáenz de la persona y del tomismo de Sacheri? Hago la transcripción larga de mi libro, porque me parece que puede sintetizar una conferencia sobre “Sacheri y Santo Tomás” respecto de la eficacia de nuestro amigo.

“Su modo de pensar filosófico no era académico en el mal sentido de la palabra, o sea volcado a cosas de interés muy secundario. Como es a veces, desgraciadamente, el tomismo europeo que se queda en si la coma va acá o allá […] Era una persona que iba al grano. Y, para él, el tomismo era –¡lo que a mí me parece tan importante!–… era una bandera. No simplemente una docencia, un contenido doctrinal… Yo lo aprendí de él para aplicar en el Seminario de Paraná”.

”Porque yo tenía la experiencia… Había conocido sacerdotes y obispos que habían sido en sus mocedades tomistas. Había uno de ellos que andaba todo el día con la Suma abajo del brazo. Creo que era presidente de una sociedad tomista. Y acabaron totalmente progresistas. Entonces ahí me di cuenta que no basta con estudiar a Santo Tomás. Yo quería que los seminaristas lo hicieran a Santo Tomás algo así como un tipo de bandera. Y Santo Tomás aplicado a la realidad ¡eh! reescribir de alguna manera la Suma. En vez de poner las objeciones que pone Santo Tomás, poner las modernas. Mantener el cuerpo de la doctrina, que eso es inamovible… la sabiduría perenne, y las respuestas en base a las objeciones modernas. No lo que dijo Durando, sino Gramsci. Y a eso Sacheri lo tenía muy metido. No tenía nada de ese tomismo «de escuela» en el peor sentido de la palabra «escuela»”.

         No se olviden:  “Yo lo aprendí de él para aplicar en el Seminario de Paraná”… Firmado, P. Alfredo Sáenz…

      (La eficacia sacheriana…).

17. Filosofía e Historia de las ideas filosóficas

             Cuando la crisis del posconcilio se dejaron de hacer las Semanas Tomistas, pero fue él factor decisivo en la vuelta de las mismas. Murió siendo Secretario de la Sociedad Tomista Argentina.

            Lean ese libro (Filosofía…) y vean, por ejemplo, cómo advierte a los alumnos:

“Igualmente, les anticipo que la concepción de la Cátedra es peculiar […] ustedes tienen absoluta libertad para expresar la opinión que juzguen más adecuada respecto de los temas de clase o de los exámenes parciales, con el respeto de las dos reglas indispensables: 1.- Que ustedes demuestren que han estudiado la materia, es decir, que conocen el punto de vista de la cátedra. 2.- Que fundamenten con la mayor seguridad posible el punto de vista personal. No decir la opinión que primero se les pase por la mente, sino fundamentar seriamente sus opiniones.

            Nadie podía impugnar su valor “científico”, cosa reconocida por el Premio Nobel Houssay públicamente.. Tanto que ganó el cargo de Secretario científico del CONICET. Y era absolutamente un tipo de fe, conocido por su fe, que murió por su fe, lo que también reconoció Houssay tildándolo de “derechista”. Y un tipo de caridad…, como dijimos.

            Además, no se presentaba en la UBA como alguien del campo de la fe, que incursiona en un terreno ajeno. Él, que había sido alumno allí, nacido en la ciudad de Buenos Aires, va a la cosa y no se pone a exponer “según Santo Tomás”. Allí despliega su tomismo esencial. Quiere enseñar y enseña “una doctrina sobre el hombre, una doctrina de la conducta humana, una doctrina sobre el orden social” (p. 23). No usa argumentos de autoridad en filosofía. Y reivindica en acto ejercido, su tomismo, y hace, así, su mejor apología.

18. Su muerte

            Lo mataron por su fe. Les voy a repartir el comunicado que dieron a conocer sus matadores (y de Genta) que en 553 palabras menciona 17 veces a Cristo, con esa y otra palabra y 7 veces a Cristo Rey… Permítanme decirles que cuando publicó La Iglesia clandestina  la hizo vender con una faja en que se leía aquel texto de Bernanos: “Seremos fusilados por curas bolcheviques”…

            ¿Entendiste?

            Le pegaron un balazo cuando venía de Misa y se disponían a entrar, con su esposa al volante, 7 hijos pequeños el mayor de 14, y tres amiguitos (hace unos años me encontré en Mar del Plata con una de éstos), parece que el P. Muñiz le dio los sacramentos, no sé si allí mismo o ya internado, y murió en una camilla en el Hospital de San Isidro, tras un tiempo breve de agonía.

            Recuerden: 553

                                   17

                                    7

             Ahora vamos a venerar la sábana que le acompañó al morir , impregnada de esa su sangre que derramó por Cristo Rey y por la Argentina.

Héctor H. Hernández

 


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